No quería
estar callada con ella, parecía una buena niña, pero por su madre ya no me
transmitía lo mismo. Le pregunté lo que todos los adultos solían preguntar a
los pequeños:
-¿Cuántos
años tienes?
No dijo
nada, solo me miró y después se miró las manos. Era vergonzosa y me enseñó ocho
dedos de su mano ¡Que monada! Podía hablar de todas formas, pero me abrió el
corazón.
-¡Que mayor!
Y como
cualquier crío, se lo tragó y sonrió. Me acerqué a ella y me agaché para estar
a su altura.
-¿Te gustan
las muñecas?
Aun callada,
asintió con la cabeza. Me dio la espalda y se fue corriendo al salón. La había
asustado. En unos segundos oí a Carol con una voz más fuerte y preocupada.
-¿Elaine?
-Quiero ir
al coche.
La voz de
Elaine sonaba suplicante.
-¿Por qué?
¿Qué ha pasado?
Me levanté y
avancé hasta quedarme en la puerta del despacho observando la escena. Elaine
tiraba del vestido de su madre para que le prestara atención, Derek estaba
delante de Carol y ésta, daba la espalda a la entrada principal.
-Me he
dejado a Noodle en el coche.
Carol se
apartó y Elaine salió por la puerta corriendo hacia el coche. Me miró y
continuó hablando con Derek como si yo no estuviera presente.
Elaine llegó
en seguida con una muñeca en la mano y velozmente llegó en frente de mí. La
muñeca llamada Noodle, era distinta a las demás. Llevaba un vestidito marinero
blanco a rayas azules que concordaban con su pelo azul oscuro, también corto.
Tras ver la
sonrisa que me dedicaba Elaine mientras me prestaba su muñeca, se me quitó un
peso de encima al saber que yo no la había asustado. Me agaché de nuevo para
estar a su medida y cogí la muñeca que me ofrecía.
-Es muy
bonita, ¿se llama Noodle?
-Sí, me la
regaló mi mami.
Por fin pude
oír su voz a la perfección. Carol nos observaba perpleja ante la total
confianza de la niña, así dejando de hablar con Derek. Él, nos miraba feliz, le
parecía fantástico que nos llevásemos bien.
-¿Y no tiene
ninguna amiga?
-Sí, Sookie,
pero esta es mi favorita. Sookie está en casa.
-Cariño me voy
ya. – Carol se despedía con la mano y Elaine hizo lo mismo. Desde mi punto de
vista, quería cortarnos el rollo.
Salió por la
puerta. Los tres permanecíamos en silencio hasta que oímos el coche de Carol
arrancar y perderse por el camino.
-Veo que os lleváis
bastante bien. – Se acercó Derek a nosotras.
-Tienes una
sobrinita muy guapa. Por cierto, ¿dónde has dejado esa bolsa que…? – Dejé la
frase en el aire para no tener que decir qué es lo que había dentro.
-Voy a
buscarla, espera.
Elaine y yo
volvimos a quedarnos a solas.
-¿Te gusta
Derek?
Otra vez
intimidada. Me arrepentí de haberla tratado tan bien, con esa frase la niña
pasaba a ser odiable. No me enfadé porque era una cría, aun así, no sabía qué
contestarle. Me quedé sin palabras e intenté responderle de una manera
compresible para ella.
-Oh, no
cielo. Somos amigos.
Derek,
volvía con la bolsa en una mano. Oyó la pregunta de Elaine a pesar de no estar
presente y como no, también mi respuesta.
-Elaine, es
una amiga. Perdona Helen, Elaine quiere tener una prima para poder jugar con
ella y…
-No pasa
nada. – Dije cuando en realidad sí pasaba.
-Es que me
aburro… - Soltó Elaine alargando la “o”.
Le quité de
las manos la bolsa a Derek y se la ofrecí a Elaine dejando atrás lo ocurrido.
-Es para ti.
Se quedó mirándome
unos segundos sorprendida y en seguida abrió la caja sin poder esperar. ¿Y si
realmente no le gustaba y la decepcionaba?
Se encontró
con una muñeca castaña, de cabello algo largo y rizado. Llevaba un vestido
largo hasta las rodillas y azul también. El vestido, para mis gustos, era una
cucada. No levantó la vista y siguió mirando a la muñeca nueva.
-¿Te gusta?
Elaine la
sacó de la caja y acto seguido me miró feliz.
-Sí, es muy
guapa.
-¿Qué nombre
le vas a poner? – Preguntó Derek sin esperarse ese regalo.
-Helen.
Y de nuevo
me dejé llevar por el dulzor de esa niñita que, esta vez, ya no parecía
odiable. ¡Quería ponerle mi nombre a su muñeca!
-Elaine,
¿qué se dice? – Derek sacó su parte educada.
-Gracias. –
Dijo vergonzosa.
-Dale un
besito a Helen, venga. – Repitió.
Elaine se me
acercó y me dio un besito en la mejilla. Yo se lo devolví con mucho gusto y cariño.
-Bueno, ¿qué
quieres hacer Helen? Siento que no podemos trabajar bien vigilando a Elaine. –
Elaine arqueó una ceja, no sabía que pensaba con lo de estar solos, pues, se
sintió molesta por ser un estorbo. – Princesa, ¿qué quieres hacer tú?
Ella lo miró
mientras hablaba y de nuevo volvió a mirarme a mí, como si esperara a que yo le
salvara y dijera que podría quedarse con nosotros. No me parecía mala idea pero
había quedado con Derek para trabajar, concentrarme, inspirarme y escribir. Aun
así, con la niña suplicándome con los ojos, no dije nada y dejé que hablaran
ellos. “Lo siento”, pensé.
-¿Quieres
leer un rato? – Le preguntó Derek, seguramente lo hizo para que estuviera
tranquila sin hacer ruido. Elaine negó con la cabeza y la entendí porque yo
tampoco querría ir a casa de mi tío y sentarme para leer.
-Quiero
jugar. – Dijo ella tan claramente.
- ¿Y a qué
quieres jugar? – Le pregunto yo, ya que no podía quedarme toda la vida callada.
-Con las
muñecas, con Helen. – Y quizás se refería a mí también, pero señaló su nueva
muñeca.
Derek estaba
pensativo y se fue hacia el teléfono que había en la entrada mientras decía:
-Ya sé
Elaine, ¿quieres que llamemos a alguna amiga tuya para que venga?
A Elaine se
le iluminaron los ojos, estoy segura de que deseaba jugar con otra niña de su
edad y dejar a los adultos tranquilos. Derek cogió una agenda y se puso a
buscar un número.
-¿A qué
amiguita quieres que invitemos?