jueves, 16 de agosto de 2012

Capítulo 17 - La nueva Helen


No quería estar callada con ella, parecía una buena niña, pero por su madre ya no me transmitía lo mismo. Le pregunté lo que todos los adultos solían preguntar a los pequeños:

-¿Cuántos años tienes?

No dijo nada, solo me miró y después se miró las manos. Era vergonzosa y me enseñó ocho dedos de su mano ¡Que monada! Podía hablar de todas formas, pero me abrió el corazón.

-¡Que mayor!

Y como cualquier crío, se lo tragó y sonrió. Me acerqué a ella y me agaché para estar a su altura.

-¿Te gustan las muñecas?

Aun callada, asintió con la cabeza. Me dio la espalda y se fue corriendo al salón. La había asustado. En unos segundos oí a Carol con una voz más fuerte y preocupada.

-¿Elaine?

-Quiero ir al coche.

La voz de Elaine sonaba suplicante.

-¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

Me levanté y avancé hasta quedarme en la puerta del despacho observando la escena. Elaine tiraba del vestido de su madre para que le prestara atención, Derek estaba delante de Carol y ésta, daba la espalda a la entrada  principal.

-Me he dejado a Noodle en el coche.

Carol se apartó y Elaine salió por la puerta corriendo hacia el coche. Me miró y continuó hablando con Derek como si yo no estuviera presente.

Elaine llegó en seguida con una muñeca en la mano y velozmente llegó en frente de mí. La muñeca llamada Noodle, era distinta a las demás. Llevaba un vestidito marinero blanco a rayas azules que concordaban con su pelo azul oscuro, también corto.

Tras ver la sonrisa que me dedicaba Elaine mientras me prestaba su muñeca, se me quitó un peso de encima al saber que yo no la había asustado. Me agaché de nuevo para estar a su medida y cogí la muñeca que me ofrecía.

-Es muy bonita, ¿se llama Noodle?

-Sí, me la regaló mi mami.

Por fin pude oír su voz a la perfección. Carol nos observaba perpleja ante la total confianza de la niña, así dejando de hablar con Derek. Él, nos miraba feliz, le parecía fantástico que nos llevásemos bien.

-¿Y no tiene ninguna amiga?

-Sí, Sookie, pero esta es mi favorita. Sookie está en casa.

-Cariño me voy ya. – Carol se despedía con la mano y Elaine hizo lo mismo. Desde mi punto de vista, quería cortarnos el rollo.

Salió por la puerta. Los tres permanecíamos en silencio hasta que oímos el coche de Carol arrancar y perderse por el camino.

-Veo que os lleváis bastante bien. – Se acercó Derek a nosotras.

-Tienes una sobrinita muy guapa. Por cierto, ¿dónde has dejado esa bolsa que…? – Dejé la frase en el aire para no tener que decir qué es lo que había dentro.

-Voy a buscarla, espera.

Elaine y yo volvimos a quedarnos a solas.

-¿Te gusta Derek?

Otra vez intimidada. Me arrepentí de haberla tratado tan bien, con esa frase la niña pasaba a ser odiable. No me enfadé porque era una cría, aun así, no sabía qué contestarle. Me quedé sin palabras e intenté responderle de una manera compresible para ella.

-Oh, no cielo. Somos amigos.

Derek, volvía con la bolsa en una mano. Oyó la pregunta de Elaine a pesar de no estar presente y como no, también mi respuesta.

-Elaine, es una amiga. Perdona Helen, Elaine quiere tener una prima para poder jugar con ella y…

-No pasa nada. – Dije cuando en realidad sí pasaba.

-Es que me aburro… - Soltó Elaine alargando la “o”.

Le quité de las manos la bolsa a Derek y se la ofrecí a Elaine dejando atrás lo ocurrido.

-Es para ti.

Se quedó mirándome unos segundos sorprendida y en seguida abrió la caja sin poder esperar. ¿Y si realmente no le gustaba y la decepcionaba?

Se encontró con una muñeca castaña, de cabello algo largo y rizado. Llevaba un vestido largo hasta las rodillas y azul también. El vestido, para mis gustos, era una cucada. No levantó la vista y siguió mirando a la muñeca nueva.

-¿Te gusta?

Elaine la sacó de la caja y acto seguido me miró feliz.

-Sí, es muy guapa.

-¿Qué nombre le vas a poner? – Preguntó Derek sin esperarse ese regalo.

-Helen.

Y de nuevo me dejé llevar por el dulzor de esa niñita que, esta vez, ya no parecía odiable. ¡Quería ponerle mi nombre a su muñeca!

-Elaine, ¿qué se dice? – Derek sacó su parte educada.

-Gracias. – Dijo vergonzosa.

-Dale un besito a Helen, venga. – Repitió.

Elaine se me acercó y me dio un besito en la mejilla. Yo se lo devolví con mucho gusto y cariño.

-Bueno, ¿qué quieres hacer Helen? Siento que no podemos trabajar bien vigilando a Elaine. – Elaine arqueó una ceja, no sabía que pensaba con lo de estar solos, pues, se sintió molesta por ser un estorbo. – Princesa, ¿qué quieres hacer tú?

Ella lo miró mientras hablaba y de nuevo volvió a mirarme a mí, como si esperara a que yo le salvara y dijera que podría quedarse con nosotros. No me parecía mala idea pero había quedado con Derek para trabajar, concentrarme, inspirarme y escribir. Aun así, con la niña suplicándome con los ojos, no dije nada y dejé que hablaran ellos. “Lo siento”, pensé.

-¿Quieres leer un rato? – Le preguntó Derek, seguramente lo hizo para que estuviera tranquila sin hacer ruido. Elaine negó con la cabeza y la entendí porque yo tampoco querría ir a casa de mi tío y sentarme para leer.

-Quiero jugar. – Dijo ella tan claramente.

- ¿Y a qué quieres jugar? – Le pregunto yo, ya que no podía quedarme toda la vida callada.

-Con las muñecas, con Helen. – Y quizás se refería a mí también, pero señaló su nueva muñeca.

Derek estaba pensativo y se fue hacia el teléfono que había en la entrada mientras decía:

-Ya sé Elaine, ¿quieres que llamemos a alguna amiga tuya para que venga?

A Elaine se le iluminaron los ojos, estoy segura de que deseaba jugar con otra niña de su edad y dejar a los adultos tranquilos. Derek cogió una agenda y se puso a buscar un número.

-¿A qué amiguita quieres que invitemos?

martes, 7 de agosto de 2012

Capítulo 16 - Miradas asesinas y sonrisas


Di el último sorbo de mi Cappuccino mientras Derek se levantaba del sofá. Lo dejé de nuevo en la mesa de cristal y me levanté para seguirle. Al estudio se llegaba a través de una puerta que había en esa misma sala. Abrió la puerta dejándome paso.

-Las damas primero, ¿no?

Le sonreí con una sonrisa real, esas que rara vez salían últimamente.

¡Menudo estudio! La pared del estudio era de color verde claro con manchitas de color verde oscuro. No sabría muy bien cómo explicarlo, lo que sí sabía era que no podía pintarse con facilidad y que con tan solo verlo una vez, ya se notaba que era un tacto rugoso. Tenía unas ventanas muy grandes, dejando entrar el sol a toda costa. El suelo era de nuevo parqué, muy limpio. Me gustaba el parqué, porque sentía mis propios pasos. 

-Guau… es un sitio perfecto para inspirarse, me encanta y hay mucho espacio.

En una esquina de la sala, en la mesa que estaba contra la pared, había un ordenador que parecía de alta tecnología entre otros chismes. Contra las paredes había estanterías y, dónde había una ventana, las estanterías eran más bajitas, como una cómoda. En otra esquina, esta vez en frente de la puerta, al lado de más estantes había una butaca vieja con una lámpara de pie a su lado que supuestamente, era para relajarse, así adentrándote en las páginas de un libro.

-Debería hacer una buena limpieza, no hay sitio para colocar más libros en los estantes, pero en el escritorio y en esa mesa de ahí tienes sitio para escribir, también puedes usar el ordenador.
Señaló con la mano una mesa cercana al escritorio y acto seguido en el mismo escritorio refiriéndose al ordenador.

Di varios pasos colocándome en el medio del estudio para dejarle pasar.

-Oh, espera, siéntate. Ahora vengo.

Travesó la puerta dejándome sola en la sala. Como no sabía que hacer excepto mirar, le hice caso y me senté. Oí  ruido y tras unos segundos llegó con una silla para sentarse.
Me puse nerviosa al verlo.

-Podías haberte sentado aquí, no era necesario…

-¡Sht! Eres una invitada.

Callé avergonzada y busqué un tema para hablar, solo veía libros, así que le pregunté sobre eso.

-¿De qué son estos libros? Algunos se parecen.

Había grupos de libros parecidos que seguramente serían colecciones.

-Son pura historia, de mi padre. Era profesor de historia, ahora ya jubilado.

-¿Por qué los tienes tú?

-Se empeñó en que los guardara yo, dice que tengo más cura que Carol y que si algún día muere, que me los quede. Son todo su tesoro. Además, ahora viaja mucho con mi madre, quiere ver mundo teniendo tiempo libre.

-Vaya, hoy voy a saber de todo sobre tu familia. Una cosa… ¿y Gea? No la has mencionado, ¿ella no puede guardar los libros?

Se rió y me contestó sonriendo.

-Gea es una irresponsable, creo que no ha salido de la adolescencia aun.

Y volvió a reírse. Puso la silla, en frente de mí, que durante este minuto había estado sosteniendo con las manos y se sentó, después, encendió el ordenador. Mientras se encendía, hablamos un poco. Fue incómodo tenerlo cara a cara.

-Así que te gusta el estudio…

-Sí, me encanta, es tranquilo y se respira aire puro.

-Puedes venir otro día si quieres, estás invitada.

Derek se estaba comportando de una forma rara con lo poco que le conocía, se estaba mostrando muy formal y confiado hacia mí y la verdad, eso me gustaba, pero era un aire distinto al de ayer, quizás porque era una desconocida y pasé a ser conocida.

-No quiero molestar, es tú estudio, ¿acaso no trabajas aquí?

-A penas, trabajar trabajo en la oficina.

Sonó el timbre de repente, ese típico “ding dong”. Me quedé dos segundos extrañada y después reaccioné. Elaine. Se me había olvidado por completo que aún tenía que llegar. El pánico entró en mi cuerpo, tenía miedo de conocerla y que algo saliera mal, ¿y Carol? Aún más, era una adulta y sobre todo la hermana de Derek.

Derek se levantó y se acercó a la ventana que daba a la entrada de la casa.

-Ahora vengo, voy a abrirlas.

Salió del despacho y se fue a recibirlas. Me quedé en la silla sin saber qué hacer ni cómo actuar, suerte que de cierta forma, me había ordenado que me quedara quieta. Oí sus voces, la de Carol se parecía a la de Derek, de hecho, creo que era la misma pero en mujer y la de Elaine se oía dulce y feliz.

-¡Tío!

-¡Hola bichito! - Elaine se rió con Derek, se oía cómo la cogía en brazos y la volvía a dejar en el suelo. – Tenemos una invitada.

Carol, a pesar de no poder verla, pareció quedarse muda.

-¿Ha vuelto Mara? – Preguntó Carol.

-No, mejor que te la presente.

-¿Susan?

-¡No! Ven.

Derek pareció negarse rotundamente a su última pregunta, como si fuera una barbaridad. Oí varios pasos que se acercaban, entre ellos, unos tacones.

Me puse rápidamente de pie. Carol se quedó mirándome, yo hice lo mismo. Tenía el cabello poco largo, por los hombros, liso y suelto, oscuro como el de Derek y aunque sus voces eran muy parecidas, su rostro se diferenciaba un poco. Sus ojos también eran castaño oscuro y conjuntaban con uno de tantos tontos de rojo que llevaba en los labios. Lucía un vestido blanco y negro, corto y moderno. Llevaba unos tacones negros a conjunto algo altos. Respecto a los complementos, tan solo llevaba un reloj negro.

Me repasaba con la mirada, al igual que su hija Elaine, agarrada de la mano de Derek.

-Ella es Helen, siento no avisarte Carol. Mi trabajo consiste en ayudarla a introducirse en el mundo de la escritura.

-Soy Carol, su hermana, un placer.

Ni se movió, tan solo sus labios soltando esas palabras frías y aun mirándome con desprecio.

-Helen, un placer, Derek me dijo que vendríais. – Y miré a Elaine sonriéndole. Ella me sonrió también.

Se parecía a Carol pero tampoco mucho. Tenía sus ojos castaños, esta vez más claros y el cabello castaño también, cortito por el hombro al igual que su madre. Le faltaban algunos dientes, algo normal a su edad. Llevaba puesto un vestido blanco con dibujitos de colores. No había señales de lacitos, ni de diademas, ni siquiera de plastidecores. Sus zapatos eran unas ballerinas azules, al estilo mi chaqueta.

-¿Es la novia de Derek? –Dijo de repente Elaine.

Derek y yo nos quedamos callados, mirándonos. Carol reaccionó con total naturalidad.

-No, al menos eso espero cariño.

Elaine siguió mirándome con su risita feliz, no se daba cuenta de lo que acababa de hacerme.

No me salían temas para conversar y mi única opción era mirar a Derek suplicándole con la mirada que dijera algo. Pero él estaba intimidado y tampoco sabía cómo reaccionar.

Ésta vez no hablamos ninguno de los dos.

-Elaine, cielo, pórtate bien, ¿vale? Vendré por la tarde. - Se agachó y le dio un beso en la mejilla, volvió a levantarse dirigiéndose a Derek. - Para comer pasta, ¿no? Y no me refiero a pizza.

-Sí, macarrones de colores con atún. –Contestó Derek aun perplejo.

-Perfecto, nos vemos luego. - Dio un paso hacia la puerta del despacho y se giró hacia mí, lanzándome una mirada asesina. - Adiós Helen.

Me estremecí, no dijo “hasta luego” o “nos vemos”… sonó como un “hasta nunca”. Derek me miró con ojos tristes, pidiendo perdón. Acto seguido acompañó a Carol hasta la puerta. Oí murmullos, discutían de algo.

Elaine y yo nos quedamos a solas. Me miraba y dudaba ir con su madre, pero ella era consciente de que era una conversación adulta.