Di el último
sorbo de mi Cappuccino mientras Derek
se levantaba del sofá. Lo dejé de nuevo en la mesa de cristal y me levanté para
seguirle. Al estudio se llegaba a través de una puerta que había en esa misma
sala. Abrió la puerta dejándome paso.
-Las damas
primero, ¿no?
Le sonreí
con una sonrisa real, esas que rara vez salían últimamente.
¡Menudo
estudio! La pared del estudio era de color verde claro con manchitas de color
verde oscuro. No sabría muy bien cómo explicarlo, lo que sí sabía era que no
podía pintarse con facilidad y que con tan solo verlo una vez, ya se notaba que
era un tacto rugoso. Tenía unas ventanas muy grandes, dejando entrar el sol a
toda costa. El suelo era de nuevo parqué, muy limpio. Me gustaba el parqué,
porque sentía mis propios pasos.
-Guau… es un
sitio perfecto para inspirarse, me encanta y hay mucho espacio.
En una
esquina de la sala, en la mesa que estaba contra la pared, había un ordenador
que parecía de alta tecnología entre otros chismes. Contra las paredes había
estanterías y, dónde había una ventana, las estanterías eran más bajitas, como
una cómoda. En otra esquina, esta vez en frente de la puerta, al lado de más
estantes había una butaca vieja con una lámpara de pie a su lado que
supuestamente, era para relajarse, así adentrándote en las páginas de un libro.
-Debería
hacer una buena limpieza, no hay sitio para colocar más libros en los estantes,
pero en el escritorio y en esa mesa de ahí tienes sitio para escribir, también
puedes usar el ordenador.
Señaló con
la mano una mesa cercana al escritorio y acto seguido en el mismo escritorio
refiriéndose al ordenador.
Di varios
pasos colocándome en el medio del estudio para dejarle pasar.
-Oh, espera,
siéntate. Ahora vengo.
Travesó la
puerta dejándome sola en la sala. Como no sabía que hacer excepto mirar, le
hice caso y me senté. Oí ruido y tras
unos segundos llegó con una silla para sentarse.
Me puse
nerviosa al verlo.
-Podías
haberte sentado aquí, no era necesario…
-¡Sht! Eres
una invitada.
Callé
avergonzada y busqué un tema para hablar, solo veía libros, así que le pregunté
sobre eso.
-¿De qué son
estos libros? Algunos se parecen.
Había grupos
de libros parecidos que seguramente serían colecciones.
-Son pura
historia, de mi padre. Era profesor de historia, ahora ya jubilado.
-¿Por qué
los tienes tú?
-Se empeñó
en que los guardara yo, dice que tengo más cura que Carol y que si algún día
muere, que me los quede. Son todo su tesoro. Además, ahora viaja mucho con mi
madre, quiere ver mundo teniendo tiempo libre.
-Vaya, hoy
voy a saber de todo sobre tu familia. Una cosa… ¿y Gea? No la has mencionado,
¿ella no puede guardar los libros?
Se rió y me
contestó sonriendo.
-Gea es una
irresponsable, creo que no ha salido de la adolescencia aun.
Y volvió a
reírse. Puso la silla, en frente de mí, que durante este minuto había estado
sosteniendo con las manos y se sentó, después, encendió el ordenador. Mientras
se encendía, hablamos un poco. Fue incómodo tenerlo cara a cara.
-Así que te
gusta el estudio…
-Sí, me
encanta, es tranquilo y se respira aire puro.
-Puedes
venir otro día si quieres, estás invitada.
Derek se
estaba comportando de una forma rara con lo poco que le conocía, se estaba
mostrando muy formal y confiado hacia mí y la verdad, eso me gustaba, pero era
un aire distinto al de ayer, quizás porque era una desconocida y pasé a ser
conocida.
-No quiero
molestar, es tú estudio, ¿acaso no trabajas aquí?
-A penas,
trabajar trabajo en la oficina.
Sonó el
timbre de repente, ese típico “ding dong”. Me quedé dos segundos extrañada y
después reaccioné. Elaine. Se me había olvidado por completo que aún tenía que
llegar. El pánico entró en mi cuerpo, tenía miedo de conocerla y que algo
saliera mal, ¿y Carol? Aún más, era una adulta y sobre todo la hermana de
Derek.
Derek se
levantó y se acercó a la ventana que daba a la entrada de la casa.
-Ahora
vengo, voy a abrirlas.
Salió del
despacho y se fue a recibirlas. Me quedé en la silla sin saber qué hacer ni
cómo actuar, suerte que de cierta forma, me había ordenado que me quedara
quieta. Oí sus voces, la de Carol se parecía a la de Derek, de hecho, creo que
era la misma pero en mujer y la de Elaine se oía dulce y feliz.
-¡Tío!
-¡Hola
bichito! - Elaine se rió con Derek, se oía cómo la cogía en brazos y la volvía
a dejar en el suelo. – Tenemos una invitada.
Carol, a pesar
de no poder verla, pareció quedarse muda.
-¿Ha vuelto
Mara? – Preguntó Carol.
-No, mejor
que te la presente.
-¿Susan?
-¡No! Ven.
Derek
pareció negarse rotundamente a su última pregunta, como si fuera una
barbaridad. Oí varios pasos que se acercaban, entre ellos, unos tacones.
Me puse
rápidamente de pie. Carol se quedó mirándome, yo hice lo mismo. Tenía el
cabello poco largo, por los hombros, liso y suelto, oscuro como el de Derek y
aunque sus voces eran muy parecidas, su rostro se diferenciaba un poco. Sus
ojos también eran castaño oscuro y conjuntaban con uno de tantos tontos de rojo
que llevaba en los labios. Lucía un vestido blanco y negro, corto y moderno.
Llevaba unos tacones negros a conjunto algo altos. Respecto a los complementos,
tan solo llevaba un reloj negro.
Me repasaba
con la mirada, al igual que su hija Elaine, agarrada de la mano de Derek.
-Ella es
Helen, siento no avisarte Carol. Mi trabajo consiste en ayudarla a introducirse
en el mundo de la escritura.
-Soy Carol,
su hermana, un placer.
Ni se movió,
tan solo sus labios soltando esas palabras frías y aun mirándome con desprecio.
-Helen, un
placer, Derek me dijo que vendríais. – Y miré a Elaine sonriéndole. Ella me
sonrió también.
Se parecía a
Carol pero tampoco mucho. Tenía sus ojos castaños, esta vez más claros y el
cabello castaño también, cortito por el hombro al igual que su madre. Le
faltaban algunos dientes, algo normal a su edad. Llevaba puesto un vestido
blanco con dibujitos de colores. No había señales de lacitos, ni de diademas, ni
siquiera de plastidecores. Sus zapatos eran unas ballerinas azules, al estilo mi chaqueta.
-¿Es la
novia de Derek? –Dijo de repente Elaine.
Derek y yo
nos quedamos callados, mirándonos. Carol reaccionó con total naturalidad.
-No, al
menos eso espero cariño.
Elaine
siguió mirándome con su risita feliz, no se daba cuenta de lo que acababa de
hacerme.
No me salían
temas para conversar y mi única opción era mirar a Derek suplicándole con la
mirada que dijera algo. Pero él estaba intimidado y tampoco sabía cómo
reaccionar.
Ésta vez no
hablamos ninguno de los dos.
-Elaine,
cielo, pórtate bien, ¿vale? Vendré por la tarde. - Se agachó y le dio un beso
en la mejilla, volvió a levantarse dirigiéndose a Derek. - Para comer pasta,
¿no? Y no me refiero a pizza.
-Sí, macarrones
de colores con atún. –Contestó Derek aun perplejo.
-Perfecto,
nos vemos luego. - Dio un paso hacia la puerta del despacho y se giró hacia mí,
lanzándome una mirada asesina. - Adiós Helen.
Me
estremecí, no dijo “hasta luego” o “nos vemos”… sonó como un “hasta nunca”.
Derek me miró con ojos tristes, pidiendo perdón. Acto seguido acompañó a Carol
hasta la puerta. Oí murmullos, discutían de algo.
Elaine y yo
nos quedamos a solas. Me miraba y dudaba ir con su madre, pero ella era
consciente de que era una conversación adulta.
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