viernes, 20 de julio de 2012

Nyan nyan

Pues antes de postear el capítulo 16 y 17 y la curiosidad en el foro de PLS, voy  a publicitar un poco este blog http://mangapredicciones.blogspot.com.es/ que seguramente puede ser interesante para todos aquellos Otakus o simplemente gente que le guste el anime. Es de un amigo que acabo de conocer, ¡espero que os guste, ku!

jueves, 12 de julio de 2012

Capítulo 15 - Una captura de su pasado


Abrí la puerta del coche y hasta que no puse los pies en el suelo, no me di cuenta que estábamos en una casa muy apartada de las afueras de Castdich. La casa estaba envuelta de un jardín precioso con muchos tonos marrones, ya que estábamos en otoño tirando a invierno. Los árboles no tenían hojas y a pesar de ello, no había casi ni una hoja en el suelo. El viento, al no tener con qué divertirse, jugaba con mi cabello despeinándome.

-Pasemos dentro y tomemos algo.

Abrió el maletero y sacó el regalo de Elaine. No me lo dio y lo cargó él de nuevo hasta la entrada.
La casa era blanca, bonita para mi gusto, con ventanas en forma de arco de medio punto y forrada de un material que no sabría decir cuál es.

Le seguí por el caminito de piedra y entramos en casa.

El recibidor/sala de estar era muy acogedor. Me gustaba mucho la combinación de lo antiguo adaptado a lo moderno y a la vez elegante y encima, decorado con diferentes tonalidades del color marrón y parqué. Los cuadros parecían valer una fortuna e incluso los marcos de fotos que había sobre los muebles. En las fotografías podía distinguir a Derek con dos chicas muy parecidas a cada lado. En otra, salía Derek cogiendo a una niña pequeña de ojos oscuros, monísima por cierto. Parecía ser la hija de una de las chicas de la foto anterior. Seguramente una de ellas sería Carolina y la niña su hija Elaine.

Después de analizar la sala, eché un vistazo rápido y vi que no había nadie. Elaine, su sobrina, no había llegado aun y eso significaba que iba a toparme con Carolina, su hermana.

-¿Dónde está tu sobrina?

-¿Elaine? Bueno, les dije que llegaran un poquito más tarde, por si llegaban antes y no me encontraban. Además, no podemos dejar a Elaine sola.

-Entiendo… ¿tu hermana es la chica de la foto? Aunque no sabría decir cuál de las dos es…

Miró la foto a la que me refería y sonrió.

-Ven, siéntate. Pero antes, dame el abrigo.

Supuse que era una historia muy larga y que quería hablar tranquilamente de ello. Le entregué mi abrigo y fui a sentarme en el sofá.

-¿Quieres tomar algo?

-¿Tienes té?

En casa siempre tenía algo de té, pero dudaba que en su casa tuviera.

-Mmm… no, pero tengo café.

Lo imaginaba.

-¿Y Cappuccino?

-Sí, eso sí, ¿quieres uno?

-Sí, por favor.

-De acuerdo, en seguida vuelvo.

Atravesó el arco que llevaba al comedor y de allí, entró por una puerta de madera y de cristal muy bonita.

Me quedé sola unos minutitos que pasaron volando cuando una fotografía que había encima de la chimenea captó mi atención. Salía Derek, abrazando a una niña de unos doce años. La niña tenía el cabello castaño claro y los ojos de color castaño fuerte, su piel era algo morena para ser  de Castdich. La niña sonreía de oreja a oreja y Derek la apretaba con fuerza sonriendo también, una sonrisa que nunca había visto en su cara y que no parecía ser la típica que ponemos cuando nos hacen una foto, él sonreía de verdad.

Vi como volvía con una taza, un plato en la mano y sin el regalo de Elaine.

-Aquí tienes.

Lo dejó encima de la mesita de cristal que había en frente del sofá.

-Gracias. –Dije con una media sonrisa, sin fiarme demasiado después de lo ocurrido en el coche. – Oye… ¿quién es esa niña? ¿Es Elaine?

Miró la foto y sonrió tal y como lo hacía en la fotografía.

-Pues si que le has puesto interés en las fotografías.

Se sentó a mi lado en el sofá.

-Elaine es esa niña pequeña de la otra foto, esta chica morena se llama Mara, tiene catorce años. No, no es mi hermana, pero como si lo fuera.

Cogí el Cappuccino, le di un sorbo y volví a dejarlo en la mesita. Me giré más hacia él para verle mejor la cara.

-Entonces, si no es tu hermana, ¿cómo la conociste? ¿Y por qué le tienes tanto cariño?
 
La curiosidad me inquietaba tanto que no pude reservar las preguntas personales.

-La conocí cuando tenía doce años, en esa foto tiene trece. Nos conocimos en una cafetería,  de hecho, fue en ese bar de ayer. Cameron se equivocó y le trajo mi café en lugar de su granizado y yo me quedé sin nada. Así nos conocimos, por una confusión del camarero…

Me impresionó. Que facilidad tenía relacionándose con la gente. Yo, probablemente, no habría vuelto a ver a esa persona si me hubiera pasado eso.

-Y… ¿ahora me vas a decir por qué tu hermana está repetida dos veces en esa foto?

Esta vez no se giró para ver de qué foto hablaba y se rió un poco para sí mismo.

-Son gemelas, son mis hermanas. La de la izquierda es Carolina y la de la derecha se llama Gea. Carol es la madre de Elaine.

Me quedé algo cortada, sin saber qué decir. Es verdad que no conocía de nada a Derek, pero en esos instantes estaba en su misma casa contándome su vida y… guau, ¿gemelas? Eso sí que era una sorpresa, no había visto gemelas desde que hacía la secundaria.

-Vaya, se parecen mucho, aunque tienen cierto parecido a ti… y yo creía que eran dos “tías buenas” con las que te hiciste una foto. – Dije marcando “tías buenas” con los dedos.

-Sí, la belleza es cosa de familia, en un ratito la conocerás… debo decir que no le he hablado de ti aun, pero no pasa nada, le caerás bien.

-¿Seguro?

-Sí…

Fijó su mirada en mis ojos, creándome tensión, inquietándome con la mirada punzante. Parpadeó y miró mi cabello.

-Este cabello… ¿es tu color natural?

-Em, no. Soy pelirroja anaranjada, pero quise teñírmelo de un rojo fuerte.

-Gea te caerá bien, ella se tinta el cabello de rubio. Toca en un grupo, Violette, ¿lo conoces? Toca el bajo, hace los coros y compone.

Me pilló bebiendo el Capuccino y tan pronto oí “Violette”, dejé la taza en la mesa.

-¿Tu hermana es la bajista de Violette? He visto carteles por la ciudad, no lo sabía.

En realidad, el grupo Violette no me interesaba mucho, tan solo vi un cartel en la biblioteca.

-Sí, ya hace tiempo que está en la banda, antes Carol también estaba en la banda, pero cuando tuvo a Elaine lo dejó.

Detrás de esas palabras, sus ojos me decían que había una larga y triste historia.

-¿Derek, estás bien?

-Solo son recuerdos del pasado que me vienen en mente. Dejemos de hablar de mí y vayamos al grano, ¿quieres que te enseñe el estudio?

-Por supuesto.

Capítulo 14 - Cagadas


No había sitio cerca del parque, por eso aparqué algo lejos y tuve que caminar un ratito.

Había bastante gente, era domingo y las familias aprovechaban para dar un paseo, los abuelos seguían su rutina en los bares y los niños pequeños disfrutaban de su tarde sin clase.

Prácticamente como ayer.

Allí estaba, sentado en el banco leyendo el periódico. Cuando me vio dobló el periódico y se lo puso debajo del brazo. Se levantó y se acercó a mí, con un paso algo rápido y nervioso.

- Buenos días. – Le saludé a unos pasos de él.

Llegó enfrente a mí y sonrió lleno de felicidad.

- Llegas pronto. – Y volvió a sonreír.

¿Pronto? Suponía que lo decía con ironía.

-Ais, lo siento, me encontrado a un conocido por el camino y al llegar no encontraba sitio para aparcar.

- ¿Estás de broma? Te digo que llegas pronto. Son las once y diez casi.

- Oh, vaya... ¿y qué haces aquí?

Dejó de mirarme y desvió la vista hacia otro punto, pensativo. No debí haber preguntado.

- Bueno, por si llegabas pronto, para que no esperaras sola.

Volvió a mirarme y se puso las manos en el bolsillo.

Se me abrió el corazón, oh, que buen chico... de un amor triste a rabia y de rabia a ternura. 
 
- Oh... – No supe qué decir, quizás me comí demasiado el coco con esa frase, con esa respuesta.

- ¿Vamos? Carol aun no ha llegado, mejor vayamos ahora o no me encontrará en casa.

- ¿Con tu coche?
 
- Sí, ¿te da miedo volver a subir?

- No, no.

Se giró y dio varios pasos hacia una dirección, mirándome como si dijera “sígueme”. Me acoplé a su lado y nos dirigimos al coche.

- Por cierto, ¿qué es esa bolsa?

- Es... algo.

- ¿Tanto material te has traído? Solo era necesario traerte los escritos, ya te dije que en mi casa hay de todo para poder escribir tranquilamente.

- No es material, bueno sí es material, pero no para escribir. Ya lo verás, impaciente.

- Trae.

Me quitó la bolsa de las manos.

- ¡Eh! ¡Dámela! ¡Es una sorpresa!

Se rió ante mi reacción y no me la devolvió.

- No seas tonta, quiero llevártela. No voy a ver que hay dentro, lo prometo.

Cagada de nuevo, pensé.

No rechisté. Si tantas ganas tenía de llevarme la bolsa, mejor, mejor para mí.

Tras un largo silencio pensativo para mí, indefinido para él, llegamos a su coche.

Abrió el maletero y puso la bolsa dentro.

- Vamos, entra.

Entré y me senté a su lado sin decir nada. Me abroché el cinturón y le miré. Él hizo lo mismo.

-Jaajaja... te tengo.

- ¿Mmm?

Encendió el motor y arrancó colocándose en la carretera.

Sentí miedo. No supe que decir. Su risa sonó juguetona. En unos segundos toda la confianza que había puesto en Derek se desvaneció. Todo era tan extraño, la llamada, ir a su casa, esperarme tan pronto…

- Ahora que te tengo aquí atrapada, vas a contarme qué pasó ayer por la tarde.

Era cierto. Estaba sentada a su lado, en su coche, no podía levantarme e irme de repente. No podía huir. El miedo dejó mi cuerpo y solté un suspiro.

- Maldito seas... Bueno, te lo debo.

Volvió a explotar su risa mientras conducía.

- Jajajaja... ¡ahora no mujer! No voy a presionarte tanto, es personal. Además, estoy conduciendo, quiero atenderte mejor.

Cagada de nuevo.

Volví a mi cabreo, a mi rabia. Era una niñita caprichosa y cualquier pequeña broma me molestaba.

Miré por la ventana. Decidí no enfadarme, sólo era una pequeña broma, una simple broma. Podía confiar en Derek, estaba segura o al menos me convencía de eso.

El coche se llenó de aire puro, aire con sabor a silencio.

-Y a hemos llegado, esta es mi casa.

Capítulo 13 - Fuego en los ojos



Me desperté, agarrotada por dormir con la ropa puesta. Me dolía bastante la espalda así que me levanté y me estiré tanto como pude.

Que sueño más raro.

- Espero que no tenga nada que ver con Elaine…

Es cierto que soñé con vestiditos y plastidecores, ¿eso tenía algo que ver con la sobrina de Derek? No lo sabía y eso me asustaba. “Quizás sería la típica hijita de papá”, me decía, “no puede ser, Derek no es así, seguramente ella tampoco”.

Eran las ocho y cinco de la mañana, aunque estaba pasada la cortina, podía ver como aun no tocaba el sol en la ventana.

No sabía qué hacer, si escribirlo o no. Pero qué tontería más tonta, que sueño más tonto,… de todas formas, lo apunté en mi libreta de sueños.

Tenía una libretita de media hoja, es decir, del tamaño de la mitad de un folio normal, - nunca me supe las medidas y tamaños de los folios pero aun así la gente me entiende -. Era de tapa dura y de color naranja, con un corazón rosa en el medio. En ella, habían escritos sueños de los cuales nunca llegué a entender, alguna vez quizás los podía unir a algo, pero nunca me dio la completa confianza de que los sueños tuvieran esa relación.

Escribí de forma muy resumida y esquemática mi sueño, las palabras más mencionadas eran “plastidecores”, “vestidos”, “niñas”,… y la menos mencionada puedo decir que era “teletransportarme”. 

Lo cierto era, que dudaba de enseñárselo a Derek. Seguramente, iba a reírse en mi cara porque lo relacionaría con Elaine.

Decidí no hacerlo. No quería estropear el día y sentirme avergonzada durante un buen tiempo. Estaba segura de que Elaine no sería así, ni tampoco su madre, Carolina.

Al acabar de escribir el resumen mal hecho a causa de la situación y la hora, me fui a darme una buena ducha. Entonces, me di cuenta que aun llevaba la misma ropa del día anterior.

- Cielos… y me había sentado en el suelo entre los arbustos.

Me quité la ropa, empezando por los zapatos y lo dejé todo en el suelo. Tras prepararme la ropa para después, entré en el baño.

La verdad, de pequeña no me gustaba entrar en la bañera, siempre me escondía de mi madre, pero, una vez dentro del agua, no quería salir para nada. El agua caliente me enamoraba, por así decirlo. Tan calentita y si salías te helabas de frío.

Al acabar me envolví con una toalla y me sequé el cabello, que por cierto, era una gran molestia tenerlo largo.

Esta vez, me vestí bien, a mi gusto claro. Un vestido que me encantaba, con tonos beis y una chaquetita de color azul claro. No sé si me quedaba bien o no, aun así, al maniquí de la tienda le quedaba perfecto y a mí me encantaba. En cuanto a los zapatos… me gustaban mucho los tacones, pero raras veces los llevaba. No sabía andar con tanta altura y además, era algo torpe, pero tengo que decir que son muy bonitos. Me puse unos zapatos planos a juego con el vestido, unas ballerinas más bien.

Desayuné un vaso de leche con galletas sabor a chocolate. No me iba la idea de comer algo salado por las mañanas, para mí, el salado era más para picar, además, me encantaba el chocolate sobre todo con leche.

Acabé sobre las diez, aun quedaban dos horas y tenía que buscar algún regalo para Elaine. Quería caerle bien y más que nada quería quedar bien con Derek. Ya había hecho demasiado el ridículo: había llegado tarde, me pagó el desayuno, me recogió después de la discusión con Alan y me había invitado a su casa esa misma mañana.

Pensé en ir a mi casa, bueno, la de actualmente de mis padres y que hace unos años atrás aun residía ahí. En mi habitación, dentro del baúl, aun guardaba las muñecas que más me gustaban cuando era pequeña. Esa idea no me acababa de convencer, ir a casa de mis padres no era algo que me encantase, al contrario, intentaba evitarlo.

Fui a la tienda de juguetes más cercana con el coche, todos los establecimientos estaban abiertos porque se acercaba la navidad. Había de todo, lo que más resaltaba eran los grandes peluches de toda clase de animales cucos, entre ellos, el más vendido era el pingüino. Pero yo no quería un peluche para Elaine, quería una muñeca.

Salí de la tienda con una muñeca vestida de gala envuelta en una caja de regalo. Nada de plastidecores y material escolar.

Me dirigí al coche mientras miraba en el suelo y tras levantar la vista me encontré con alguien que no quería ver.

Compartimos las miradas, tenía una mirada triste y yo le lancé una mirada punzante para que sufriera más. Esbozó una cara de dolor, intentó aguantar y cuando no pudo más, con los ojos algo húmedos miró al suelo.

Continué mirándole hasta llegar delante de él de pie. Se me hizo un nudo en la garganta y no supe mencionar ninguna palabra, se me olvidó el abecedario, todas las palabras existentes de mi mente.

- Buenos días.

- Hola. – Mi voz sonó algo rara, pero mantuve la compostura y me hice la fuerte cuando en realidad podían herirme fácilmente. – ¿Qué haces aquí?

- Iba a buscarte, vi aquí tu coche y aquí me quedé.

Mire hacia su lado, sí es verdad que en toda la acera había coches aparcados, pero justamente a su lado estaba el mío. Él sabía que siempre usaba el coche, sabía que iría a por él y me arrepentí de tener coche.

- ¿Qué quieres?

- Hablar contigo, por favor, escúchame.

Se puso delante de la puerta, sin dejarme paso para entrar en el coche.

- No quiero hablar contigo.


Detesté su voz, la odié. Mi intensa rabia se apoderaba de mí, el amor que sentía por ese chico hace días, se había convertido en completo odio en escasos minutos.

- No aquí, no puedo ahora. Podemos ir a otro sitio si quieres pero dejemos las cosas claras.

Tuve que aceptar aunque no quisiera, sí que ya le había soltado todo lo que pensaba, o casi todo, pero él aun conservaba algunos de mis objetos.

- El sábado que viene por la tarde me pasaré por tu casa, apártate por favor, tengo prisa.

- Hola Helen, ya estoy.

Me giré hacia la voz. Ella, de nuevo. Acababa de salir de un restaurante de comida exótica que estaba a unos diez pasos de mi coche, ya que llevaba una bolsa de plástico en la mano con el logotipo que había en ese cartel. Él no me esperaba por haber visto mi coche, la esperaba a ella.

Volví a mirarle con más rabia. ¿Lo hacía adrede?, ¿La había traído para darme rabia?

- Irina se quedará unos días más por aquí.

- Que alegría. Que os divirtáis.

Le aparté del medio y puse la bolsa con la caja en el asiento de atrás, subí al coche cerrando de un portazo y me fui rápidamente, dejándolos en un silencio incómodo.

Capítulo 12 - Plastidecores



- ¡¿Cómo puedo salir de aquí?!

Después de abandonar el restaurante de la boda me vi encerrada en una especie de servicio público de mujeres, o más bien de niñas.

- Piensa un poco.

Una mujer de la cual no recuerdo ni tampoco sé si estaba presente en ese momento, me daba pistas para salir de ese agobiante sitio.

- ¡¿Cómo paso al siguiente nivel?!

- Pregunta a las niñas, quizás sepan algo.

Tenía que conseguir pasar a otro nivel, no era muy bien un “nivel” era más bien otro mundo, quería teletransportarme, pero no sabía cómo hacerlo.

Abrí las puertas de cada servicio, en cada una de ellas, había una niña diferente sentada en el váter, con un vestidito.

Llevaban colores, plastidecores en las manos.

- ¿Puedes dejármelos un momento?

- Toma, pero solo un rato.

Todas las niñas aceptaban y me daban sus colorines, pero siempre con la condición de ser devueltos.

- ¿Y qué hago con esto? ¿Cómo puedo salir con esto?

Dibujé cosas en la puerta sin pomo. La verdad, sabía que había entrado allí por una puerta, pero no sabía salir, ya que no había puerta existente.

Cogí un plastidecor verde oscuro y dibujé un pomo, pero no funcionaba. Dibujé un candado a su alrededor y acto seguido su clave, de forma que pareciera que se había descifrado, pero nada.

Las niñas salían de los pequeños compartimientos para quejarse. Tenían una edad de siete años más o menos y cada una llevaba un vestido diferente, en cuanto al color y el estampado, pero igual en la forma. Algunas llevaban lacitos en la cabeza, otras diademas y las restantes algún que otro moñito o una coleta.

Me cuesta reconocerlo, pero yo también iba vestida así. Llevaba un vestidito de niña de la antigua y en la cabeza una especie de lazo. Alicia la del país de las maravillas me recordaba a mí misma en aquellos momentos.

Todas venían hacia mí. Reclamaban sus colores, los querían, pero yo los necesitaba.

- ¡Devuélveme los colores!

- ¡Sí, ya los has tenido bastante!

- ¡Quiero mis plastidecores!

-Un momentito chicas, un momento por favor.

Iba estresada, las niñas no dejaban que me concentrase en salir de allí, esta vez tenía el tiempo limitado. Si se enfadaban mucho… no se qué harían, solo sé que no sería bueno.

- ¡Esto no funciona! ¡No puedo salir!

- Quizás no puedas salir escribiendo en la puerta, escribe en otro sitio.

- ¿Y dónde escribo? ¿Qué más da eso?

- ¡Es mío!

-¡Yo te dejé cuatro! 

De repente me odié a mí misma, a esa vocecita de la mujer que oía y a todas las niñas que se habían unido para hundirme.

-Escribe en la encimera, quiero decir, allí donde está la pica y el espejo.

Aunque tan solo había unos pasos hasta allí, lo hice corriendo.

- ¡¿Y qué escribo?!

- Devuélveme mis plastidecores.

- Ya voy, tranquila bonita, te los devuelvo en seguida.

- Puedes escribir… que quieres salir, por ejemplo.

No sé por qué, pero me tragaba todo lo que me decía esa mujer. Escribí “quiero salir” muchas veces con el color naranja en la encimera.

- ¡No funciona, sigo aquí!

- ¿Y quién ha dicho que tengas que escribir con el plastidecor así?

- ¿A qué te refieres?

- ¿Sabes fundir un plastidecor?

Esa pregunta me hizo pensar, pero el tiempo se me acababa ¿Fundir un plastidecor? Si esas niñas me veían destrozar sus colores… se les acabaría la paciencia. Así que pensé, si lo que decía esa mujer era cierto, desaparecería de esa habitación y las niñas no podrían enfadarse conmigo.

Quité el plástico que aun quedaba en el color naranja y me acerqué al secador de manos, ese aparato eléctrico que tira aire caliente para secarte las manos.

- Sé que, las ceras de colores se funden si las pasas por aire caliente.

- Muy bien, inténtalo.

Apreté el botón para que se encendiera el secador de manos y puse debajo el plastidecor naranja. Éste, se fundió en mis manos.

- ¿Y ahora qué hago?

- Escribe con este plastidecor.

- ¡Eh! Has fundido mi color naranja.

Me puse un poco de color naranja en el dedo - es decir, plastidecor naranja fundido - y escribí “quiero salir” con mi propio dedo en la encimera.

Las niñas venían a tirarme de los pelos, furiosas, por suerte, desaparecí en ese mismo instante.

Capítulo 11 - Necesidad de reuniones


Tras pasar los mismos semáforos de siempre, aunque no con el mismo tráfico de antes, llegué a casa.

Por mi cabeza tan solo rondaba Alan y, a ratos, Derek, su sobrina, su hermana y el día de mañana.

“¿Habrá Alan visto a Derek?” Era la mayor pregunta que tenía en mente. “Si es así, ¿pensará que estuve siéndole infiel?”, “quizás nos haya visto desde su portal, o desde la ventana”, “¿acaso se habrá quedado en el estanque reflexionando?” Solo me preocupaba más de lo necesario, seguramente, se habría quedado en el estanque compartiendo su soledad con la naturaleza. Yo habría hecho lo mismo al oír el nombre de otra chica, él no era muy celoso, sí un poco, pero yo me habría imaginado e inventado en mi mente toda clase de posibles situaciones con ese nombre desconocido.

Después de aparcar el coche, subí las escaleras del edificio hasta llegar a mi puerta. Folletos de publicidad sobresalían de mi buzón, pero decidí ignorarlo, no me apetecía acercarme y perder tiempo.

Mi estomago rugía. La verdad, no había comido casi, bueno, más bien no había comido absolutamente nada.

Me preparé una ensalada, una de esas sencillas: lechuga, tomate, un poco de atún, aceite y sal. No me gustaba acompañarlo todo con vinagre. También llené un vaso de agua y corté un poco de pan.

Sox dormía en su cesta, una cesta puesta en un sillón únicamente suyo y para él. Se pasaba el día durmiendo, aunque a veces, salía por las noches con los demás gatos. Solo dormía allí cuando hacía frío, es decir, parte del otoño y todo el invierno. Los veranos y restantes no dormía por las noches, cuando lo hacía, era de día y en algún lugar fresco.

Tanto pensar al ver mi gato dormir, me entró sueño a mí también. Recogí los platos al acabar y  me fui directamente a la cama.

- Quizás debería…

Cogí el teléfono y me tiré en la cama, dejándome caer, dejando caer el peso de mi cuerpo que se había vuelto pesado durante ese día.

Marqué su número y  como esperaba, contestó.

- ¿Sí?

- Ponpon wingwingwing ponponwiponpinponpon…

- Helen… tú y tus frikadas.

- Holas

La verdad es que me encantaba comportarme como una cría a veces, hacer tonterías era divertido y a ratos sano.

-¿Qué ocurre?

- Hoy he hablado con Alan.

- Que novedad… aunque no me lo resulta si me lo dices así, tan pancha. ¿Ha pasado algo?

- Le he dejado, me he cansado. Es una ricura y siempre lo ha sido. Me trata como una princesa, nunca me deja sola, no va con sus amigos solo por estar conmigo,… eso me encantaba y de hecho me encanta. Pero…

Se lo solté todo de golpe, no dejé que hablara apenas, tan solo hacía pequeñas pausas para que fuera asintiendo y comprobar que estaba escuchando, o al menos, no había colgado.

- Se me hace muy raro, estabas tan coladita… además, ¿Cuánto tiempo llevabais juntos? Un año y medio, es una lástima…

- A mí también me ha dolido mucho, de todas formas he acabado decidiendo el final. Lo peor es que un día de estos tengo que volver a verle…

- ¿Por qué? Eso sí que es una gran ptada

- Tiene algunas cosas mías, también tiene la llave de mi piso y todo eso, creo que cambiaré la cerradura.

- ¿Tanta exageración? – Preguntó extrañada des del otro lado del teléfono.

- Quiero olvidarle y para ello… necesito que me hagas un favor.

- Eso me pinta mal.

Se me escapó una pequeña risita al oír eso. Solíamos hablar con mucha broma y de forma divertida, sin temores.

- Necesito que llames a Miliem y a Carena, sería genial hacer una reunión.

- Helen, en serio, ¿estás bien? Siempre sales traumatizada de esas fiestas, ¡venga ya! ¿y ahora tú pides una? No, tú no estás bien.

Me reí al comprobar que tenía razón.

- Estoy segura de que a Carena le encantará la idea y sé que tú también quieres, además, ¿no es pronto el cumple de Miliem?

Olivia empezó a hablar, no sé de qué, supongo que explicó algunas ideas que tenía en mente sobre la fiesta, o tontadas y locuras que hacíamos.

Lo único que recuerdo es que me quedé dormida en ese mismo instante, los ojos se me cerraron sin ninguna orden.

Capítulo 10 - De conocidos hacia amigos


Llegué al final del camino, más bien al principio, que conectaba con la carretera principal. Una piedra grande, mejor una gran roca, parecía estar allí pidiendo que me sentara. No lo hice… tenía miedo de que algún conductor me confundiera con una pilingui, así que me senté en el suelo, detrás de un arbusto.

Alan seguramente me siguió al empezar a andar, ya que oí sus pasos sobre la tierra. Lo más probable es que se detuviera en seco al oír “Derek” ¿pensaría que estaba con otro chico? Quizás, de todas formas no sería cierto.

Mis pensamientos se apoderaban de mí mientras contemplaba el paisaje. El sol se despedía de la gente como todos los días, sentía frío, pero eso no importaba.

Como de costumbre, alguien aparecía y me cortaba las alas del cielo y caía en el suelo, en el  mundo real.

- ¿Eo?

- ¡¡Aaaaahhh!!

Me giré rápidamente y le miré con cara de susto, acto seguido, solté un suspiro.

- ¡Maldito seas! Menudo susto me has dado.

- ¿Susto? Te he dicho hola y no me has contestado, además, ¿a caso no podías oír el motor del coche?

- Lo siento, estaba en mi mundo…

- … de fantasía y sueños, ¿eh? - Se rió al ver mis pintas de cansada.

- ¡Deja de burlarte de mí!

- Vale, vale… ya paro. Venga, sube.

Me tendió la mano para ayudarme a levantarme del suelo, dudé unos segundos, pero finalmente acepté la ayuda.

Sacudí los granitos de tierra que se habían quedado en mis tejanos al sentarme en el suelo. Tampoco me gustaba la idea de ir con el coche de Derek, parecía muy sofisticado e iba a ensuciarlo de tierra.

Abrí la puerta del copiloto, entré y di un portazo al cerrarla. Se dio cuenta de mi rabia con el acto,  comprendió la situación y guardó sus bromas y quejas.

- Ponte el cinturón.

- Voy…

- Bueno, no vas a salir fácilmente de esto, vas a contarme qué pasa ¿vale? Tranquila, no pido que sea ahora.

- Ya me lo temía, te lo debo, gracias por venir a buscarme.

- ¿Con quién estabas?

- Con mi novio. Quiero decir, ex novio… ya te contaré mañana lo que ha ocurrido, porque… sigue en pie lo de quedar mañana, ¿no?

- Claro que sí, sólo hay un pequeño problema.

- ¿Cuál? ¿Qué ha pasado? –Dije algo sobresaltada.

- Tranquila, no es nada malo, al contrario, bueno… tengo una hermana mayor, se llama Carolina.

- ¿Y cuál es el problema? No pasa nada si está por casa.

- No, ella no estará, pero sí su hija. Le prometí cuidar de ella mañana y no me acordaba. ¿Quieres que lo dejemos para otro día o quieres venir de todas formas?

- ¡Oh! ¿Eres tío? La verdad es que a penas te conozco y ni te imagino cuidando a un crio. – Solé una risita y él se rió conmigo, después, me percaté de que no había respondido a la pregunta. – Bueno, no lo sé, si te soy molestia mejor no. Me refiero a que si tienes que estar pendiente de ella y no puedes hacer las dos cosas a la vez, no pasa nada, en serio.

- ¿Cómo? No, no, no… no eres ninguna molestia, en absoluto. Además ella tiene ocho años y es muy tranquila, salvo cuando tiene hambre claro. Le gustan mucho las muñecas, te ganarías su confianza si le sacaras ese tema.- Me reí ante el comentario de las muñecas, era un buen tema para hablar ya que a mí me gustaba mucho de pequeña. - ¿Qué hace tanta gracia? – Preguntó.

No podía creer tal y como estábamos hablando, parecía que nos conociésemos de toda la vida y la verdad, eso me gustaba. Él mostraba confianza hacia mí, lo que no me convencía, no sabía si lo hacía por el trabajo o simplemente por gusto.

- Pues, nada, ya me encargaré de caerle bien. – Y añadí otra risita final.

- Mmmm, ¿giro a la izquierda?

El tiempo pasaba volando, tanto, que ni me había dado cuenta de que estábamos ya en la ciudad. Tampoco me acordaba de que estábamos en el coche, no le daba importancia a nada, tan solo a la conversación.

- No, a la derecha. Oye, no me lleves a casa.

- ¿Por qué? No me importa llevarte y si es necesario te acompaño hasta la puerta.

Eso sonó de una forma muy atrevida, pero según el punto de vista, se veía de una forma educada.

- He aparcado el coche en otro sitio, está algo lejos de mi casa. Es por la derecha.

- Como quieras, pero tendrás que recompensármelo.

- ¿Recompensártelo? Mañana traeré una bolsa llena de muñecas para tu sobrina.

- Era broma mujer, no es necesario. De veras, guárdalas.

- Solo hacen bulto esas muñecas y la verdad es que no son muy viejas, seguro que le gustaran. Por cierto, ¿Cómo se llama?

-Mi sobrina se llama Elaine y mi hermana Carolina, aunque yo le llamo Carol.

- ¿Elaine? Me encanta ese nombre, es muy bonito. Carol suena más moderno.

- Emm, Helen, ¿cuál es tu coche?

- Ah, sí, es ese de ahí, el de color blanco.

Aparcó unos coches más adelante, él bajó antes que yo.

- Espera, no bajes. Pasa por mi sitio y baja por mi lado. En tu lado pasan coches y es peligroso.

Después de haberme dicho eso, pasé por su sitio y acto seguido salí por su puerta. No se despidió de mí aun, si no que me acompañó hasta la puerta de mi coche.

- Nos vemos mañana, era a las doce, ¿no?

- Sí y en el parque, intentaré ser puntual.

- No lo intentarás, serás puntual.

- Haré lo posible. Bueno, adiós, hasta mañana. Gracias por todo, te debo una buena explicación.

- No hay prisa para los motivos. Venga, que se está haciendo de noche. Te espero mañana en el banco del parque.

Saqué las llaves de mi bolso y abrí el coche. Me metí dentro y Derek, aun plantado afuera, se despidió de mí con la mano. Yo hice lo mismo y puse el coche en marcha hasta desaparecer.