Helen es una joven de 23 años que vive en una ciudad llamada Castdich. Trabaja en una biblioteca mientras que a la vez, va escribiendo una novela basándose en los sueños que tiene por la noche. Derek Bryant, tiene 24 años y trabaja en una editorial llamada Eagle. Ayuda a Helen a editar su historia. Helen pasa por varios desastres que llegan sin sentido, ¿quién será el culpable?
viernes, 20 de julio de 2012
Nyan nyan
Pues antes de postear el capítulo 16 y 17 y la curiosidad en el foro de PLS, voy a publicitar un poco este blog http://mangapredicciones.blogspot.com.es/ que seguramente puede ser interesante para todos aquellos Otakus o simplemente gente que le guste el anime. Es de un amigo que acabo de conocer, ¡espero que os guste, ku!
jueves, 12 de julio de 2012
Capítulo 15 - Una captura de su pasado
Abrí la
puerta del coche y hasta que no puse los pies en el suelo, no me di cuenta que
estábamos en una casa muy apartada de las afueras de Castdich. La casa estaba
envuelta de un jardín precioso con muchos tonos marrones, ya que estábamos en
otoño tirando a invierno. Los árboles no tenían hojas y a pesar de ello, no
había casi ni una hoja en el suelo. El viento, al no tener con qué divertirse,
jugaba con mi cabello despeinándome.
-Pasemos
dentro y tomemos algo.
Abrió el
maletero y sacó el regalo de Elaine. No me lo dio y lo cargó él de nuevo hasta
la entrada.
La casa era
blanca, bonita para mi gusto, con ventanas en forma de arco de medio punto y
forrada de un material que no sabría decir cuál es.
Le seguí por
el caminito de piedra y entramos en casa.
El recibidor/sala
de estar era muy acogedor. Me gustaba mucho la combinación de lo antiguo
adaptado a lo moderno y a la vez elegante y encima, decorado con diferentes
tonalidades del color marrón y parqué. Los cuadros parecían valer una fortuna e
incluso los marcos de fotos que había sobre los muebles. En las fotografías
podía distinguir a Derek con dos chicas muy parecidas a cada lado. En otra,
salía Derek cogiendo a una niña pequeña de ojos oscuros, monísima por cierto.
Parecía ser la hija de una de las chicas de la foto anterior. Seguramente una
de ellas sería Carolina y la niña su hija Elaine.
Después de
analizar la sala, eché un vistazo rápido y vi que no había nadie. Elaine, su
sobrina, no había llegado aun y eso significaba que iba a toparme con Carolina,
su hermana.
-¿Dónde está
tu sobrina?
-¿Elaine?
Bueno, les dije que llegaran un poquito más tarde, por si llegaban antes y no
me encontraban. Además, no podemos dejar a Elaine sola.
-Entiendo…
¿tu hermana es la chica de la foto? Aunque no sabría decir cuál de las dos es…
Miró la foto
a la que me refería y sonrió.
-Ven,
siéntate. Pero antes, dame el abrigo.
Supuse que
era una historia muy larga y que quería hablar tranquilamente de ello. Le
entregué mi abrigo y fui a sentarme en el sofá.
-¿Quieres
tomar algo?
-¿Tienes té?
En casa
siempre tenía algo de té, pero dudaba que en su casa tuviera.
-Mmm… no,
pero tengo café.
Lo
imaginaba.
-¿Y Cappuccino?
-Sí, eso sí,
¿quieres uno?
-Sí, por
favor.
-De acuerdo,
en seguida vuelvo.
Atravesó el
arco que llevaba al comedor y de allí, entró por una puerta de madera y de cristal
muy bonita.
Me quedé
sola unos minutitos que pasaron volando cuando una fotografía que había encima
de la chimenea captó mi atención. Salía Derek, abrazando a una niña de unos
doce años. La niña tenía el cabello castaño claro y los ojos de color castaño
fuerte, su piel era algo morena para ser de Castdich. La niña sonreía de oreja a oreja
y Derek la apretaba con fuerza sonriendo también, una sonrisa que nunca había
visto en su cara y que no parecía ser la típica que ponemos cuando nos hacen
una foto, él sonreía de verdad.
Vi como
volvía con una taza, un plato en la mano y sin el regalo de Elaine.
-Aquí
tienes.
Lo dejó
encima de la mesita de cristal que había en frente del sofá.
-Gracias.
–Dije con una media sonrisa, sin fiarme demasiado después de lo ocurrido en el
coche. – Oye… ¿quién es esa niña? ¿Es Elaine?
Miró la foto
y sonrió tal y como lo hacía en la fotografía.
-Pues si que
le has puesto interés en las fotografías.
Se sentó a
mi lado en el sofá.
-Elaine es
esa niña pequeña de la otra foto, esta chica morena se llama Mara, tiene
catorce años. No, no es mi hermana, pero como si lo fuera.
Cogí el Cappuccino, le di un sorbo y volví a
dejarlo en la mesita. Me giré más hacia él para verle mejor la cara.
-Entonces,
si no es tu hermana, ¿cómo la conociste? ¿Y por qué le tienes tanto cariño?
La
curiosidad me inquietaba tanto que no pude reservar las preguntas personales.
-La conocí
cuando tenía doce años, en esa foto tiene trece. Nos conocimos en una
cafetería, de hecho, fue en ese bar de
ayer. Cameron se equivocó y le trajo mi café en lugar de su granizado y yo me
quedé sin nada. Así nos conocimos, por una confusión del camarero…
Me
impresionó. Que facilidad tenía relacionándose con la gente. Yo, probablemente,
no habría vuelto a ver a esa persona si me hubiera pasado eso.
-Y… ¿ahora
me vas a decir por qué tu hermana está repetida dos veces en esa foto?
Esta vez no
se giró para ver de qué foto hablaba y se rió un poco para sí mismo.
-Son
gemelas, son mis hermanas. La de la izquierda es Carolina y la de la derecha se
llama Gea. Carol es la madre de Elaine.
Me quedé
algo cortada, sin saber qué decir. Es verdad que no conocía de nada a Derek,
pero en esos instantes estaba en su misma casa contándome su vida y… guau,
¿gemelas? Eso sí que era una sorpresa, no había visto gemelas desde que hacía
la secundaria.
-Vaya, se
parecen mucho, aunque tienen cierto parecido a ti… y yo creía que eran dos “tías buenas” con las que te hiciste una
foto. – Dije marcando “tías buenas”
con los dedos.
-Sí, la
belleza es cosa de familia, en un ratito la conocerás… debo decir que no le he
hablado de ti aun, pero no pasa nada, le caerás bien.
-¿Seguro?
-Sí…
Fijó su
mirada en mis ojos, creándome tensión, inquietándome con la mirada punzante.
Parpadeó y miró mi cabello.
-Este
cabello… ¿es tu color natural?
-Em, no. Soy
pelirroja anaranjada, pero quise teñírmelo de un rojo fuerte.
-Gea te
caerá bien, ella se tinta el cabello de rubio. Toca en un grupo, Violette, ¿lo
conoces? Toca el bajo, hace los coros y compone.
Me pilló
bebiendo el Capuccino y tan pronto oí
“Violette”, dejé la taza en la mesa.
-¿Tu hermana
es la bajista de Violette? He visto carteles por la ciudad, no lo sabía.
En realidad,
el grupo Violette no me interesaba mucho, tan solo vi un cartel en la
biblioteca.
-Sí, ya hace
tiempo que está en la banda, antes Carol también estaba en la banda, pero
cuando tuvo a Elaine lo dejó.
Detrás de
esas palabras, sus ojos me decían que había una larga y triste historia.
-¿Derek,
estás bien?
-Solo son
recuerdos del pasado que me vienen en mente. Dejemos de hablar de mí y vayamos
al grano, ¿quieres que te enseñe el estudio?
-Por
supuesto.
Capítulo 14 - Cagadas
No había
sitio cerca del parque, por eso aparqué algo lejos y tuve que caminar un
ratito.
Había
bastante gente, era domingo y las familias aprovechaban para dar un paseo, los
abuelos seguían su rutina en los bares y los niños pequeños disfrutaban de su
tarde sin clase.
Prácticamente
como ayer.
Allí estaba,
sentado en el banco leyendo el periódico. Cuando me vio dobló el periódico y se
lo puso debajo del brazo. Se levantó y se acercó a mí, con un paso algo rápido
y nervioso.
- Buenos
días. – Le saludé a unos pasos de él.
Llegó
enfrente a mí y sonrió lleno de felicidad.
- Llegas
pronto. – Y volvió a sonreír.
¿Pronto?
Suponía que lo decía con ironía.
-Ais, lo
siento, me encontrado a un conocido por el camino y al llegar no encontraba
sitio para aparcar.
- ¿Estás de
broma? Te digo que llegas pronto. Son las once y diez casi.
- Oh, vaya...
¿y qué haces aquí?
Dejó de
mirarme y desvió la vista hacia otro punto, pensativo. No debí haber
preguntado.
- Bueno, por
si llegabas pronto, para que no esperaras sola.
Volvió a
mirarme y se puso las manos en el bolsillo.
Se me abrió
el corazón, oh, que buen chico... de un amor triste a rabia y de rabia a
ternura.
- Oh... – No
supe qué decir, quizás me comí demasiado el coco con esa frase, con esa
respuesta.
- ¿Vamos?
Carol aun no ha llegado, mejor vayamos ahora o no me encontrará en casa.
- ¿Con tu
coche?
- Sí, ¿te da
miedo volver a subir?
- No, no.
Se giró y dio
varios pasos hacia una dirección, mirándome como si dijera “sígueme”. Me acoplé
a su lado y nos dirigimos al coche.
- Por cierto,
¿qué es esa bolsa?
- Es... algo.
- ¿Tanto
material te has traído? Solo era necesario traerte los escritos, ya te dije que
en mi casa hay de todo para poder escribir tranquilamente.
- No es
material, bueno sí es material, pero no para escribir. Ya lo verás, impaciente.
- Trae.
Me quitó la bolsa de las manos.
- ¡Eh! ¡Dámela! ¡Es una sorpresa!
Se rió ante mi reacción y no me la devolvió.
- No seas tonta, quiero llevártela. No voy a ver que hay
dentro, lo prometo.
Cagada de nuevo, pensé.
No rechisté. Si tantas ganas tenía de llevarme la bolsa,
mejor, mejor para mí.
Tras un largo silencio pensativo para mí, indefinido para él,
llegamos a su coche.
Abrió el maletero y puso la bolsa dentro.
- Vamos, entra.
Entré y me senté a su lado sin decir nada. Me abroché el
cinturón y le miré. Él hizo lo mismo.
-Jaajaja... te tengo.
- ¿Mmm?
Encendió el motor y arrancó colocándose en la carretera.
Sentí miedo. No supe que decir. Su risa sonó juguetona. En
unos segundos toda la confianza que había puesto en Derek se desvaneció. Todo
era tan extraño, la llamada, ir a su casa, esperarme tan pronto…
- Ahora que te tengo aquí atrapada, vas a contarme qué pasó
ayer por la tarde.
Era cierto. Estaba sentada a su lado, en su coche, no podía
levantarme e irme de repente. No podía huir. El miedo dejó mi cuerpo y solté un
suspiro.
- Maldito seas... Bueno, te lo debo.
Volvió a explotar su risa mientras
conducía.
- Jajajaja... ¡ahora no mujer! No voy
a presionarte tanto, es personal. Además, estoy conduciendo, quiero atenderte
mejor.
Cagada de nuevo.
Volví a mi cabreo, a mi rabia. Era
una niñita caprichosa y cualquier pequeña broma me molestaba.
Miré por la ventana. Decidí no enfadarme,
sólo era una pequeña broma, una simple broma. Podía confiar en Derek, estaba
segura o al menos me convencía de eso.
El coche se llenó de aire puro, aire
con sabor a silencio.
-Y a hemos llegado, esta es mi casa.
Capítulo 13 - Fuego en los ojos
Me desperté,
agarrotada por dormir con la ropa puesta. Me dolía bastante la espalda así que
me levanté y me estiré tanto como pude.
Que sueño
más raro.
- Espero que
no tenga nada que ver con Elaine…
Es cierto
que soñé con vestiditos y plastidecores, ¿eso tenía algo que ver con la sobrina
de Derek? No lo sabía y eso me asustaba. “Quizás sería la típica hijita de
papá”, me decía, “no puede ser, Derek no es así, seguramente ella tampoco”.
Eran las ocho
y cinco de la mañana, aunque estaba pasada la cortina, podía ver como aun no
tocaba el sol en la ventana.
No sabía qué
hacer, si escribirlo o no. Pero qué tontería más tonta, que sueño más tonto,…
de todas formas, lo apunté en mi libreta de sueños.
Tenía una libretita
de media hoja, es decir, del tamaño de la mitad de un folio normal, - nunca me
supe las medidas y tamaños de los folios pero aun así la gente me entiende -.
Era de tapa dura y de color naranja, con un corazón rosa en el medio. En ella,
habían escritos sueños de los cuales nunca llegué a entender, alguna vez quizás
los podía unir a algo, pero nunca me dio la completa confianza de que los
sueños tuvieran esa relación.
Escribí de
forma muy resumida y esquemática mi sueño, las palabras más mencionadas eran “plastidecores”, “vestidos”, “niñas”,… y
la menos mencionada puedo decir que era “teletransportarme”.
Lo cierto era, que dudaba de enseñárselo a Derek. Seguramente, iba a reírse en
mi cara porque lo relacionaría con Elaine.
Decidí no
hacerlo. No quería estropear el día y sentirme avergonzada durante un buen
tiempo. Estaba segura de que Elaine no sería así, ni tampoco su madre,
Carolina.
Al acabar de
escribir el resumen mal hecho a causa de la situación y la hora, me fui a darme
una buena ducha. Entonces, me di cuenta que aun llevaba la misma ropa del día
anterior.
- Cielos… y
me había sentado en el suelo entre los arbustos.
Me quité la
ropa, empezando por los zapatos y lo dejé todo en el suelo. Tras prepararme la
ropa para después, entré en el baño.
La verdad,
de pequeña no me gustaba entrar en la bañera, siempre me escondía de mi madre,
pero, una vez dentro del agua, no quería salir para nada. El agua caliente me
enamoraba, por así decirlo. Tan calentita y si salías te helabas de frío.
Al acabar me
envolví con una toalla y me sequé el cabello, que por cierto, era una gran
molestia tenerlo largo.
Esta vez, me
vestí bien, a mi gusto claro. Un vestido que me encantaba, con tonos beis y una
chaquetita de color azul claro. No sé si me quedaba bien o no, aun así, al
maniquí de la tienda le quedaba perfecto y a mí me encantaba. En cuanto a los
zapatos… me gustaban mucho los tacones, pero raras veces los llevaba. No sabía
andar con tanta altura y además, era algo torpe, pero tengo que decir que son
muy bonitos. Me puse unos zapatos planos a juego con el vestido, unas ballerinas más bien.
Desayuné un
vaso de leche con galletas sabor a chocolate. No me iba la idea de comer algo
salado por las mañanas, para mí, el salado era más para picar, además, me
encantaba el chocolate sobre todo con leche.
Acabé sobre
las diez, aun quedaban dos horas y tenía que buscar algún regalo para Elaine.
Quería caerle bien y más que nada quería quedar bien con Derek. Ya había hecho
demasiado el ridículo: había llegado tarde, me pagó el desayuno, me recogió
después de la discusión con Alan y me había invitado a su casa esa misma
mañana.
Pensé en ir
a mi casa, bueno, la de actualmente de mis padres y que hace unos años atrás
aun residía ahí. En mi habitación, dentro del baúl, aun guardaba las muñecas
que más me gustaban cuando era pequeña. Esa idea no me acababa de convencer, ir
a casa de mis padres no era algo que me encantase, al contrario, intentaba
evitarlo.
Fui a la
tienda de juguetes más cercana con el coche, todos los establecimientos estaban
abiertos porque se acercaba la navidad. Había de todo, lo que más resaltaba
eran los grandes peluches de toda clase de animales cucos, entre ellos, el más
vendido era el pingüino. Pero yo no quería un peluche para Elaine, quería una
muñeca.
Salí de la
tienda con una muñeca vestida de gala envuelta en una caja de regalo. Nada de
plastidecores y material escolar.
Me dirigí al
coche mientras miraba en el suelo y tras levantar la vista me encontré con
alguien que no quería ver.
Compartimos
las miradas, tenía una mirada triste y yo le lancé una mirada punzante para que
sufriera más. Esbozó una cara de dolor, intentó aguantar y cuando no pudo más,
con los ojos algo húmedos miró al suelo.
Continué
mirándole hasta llegar delante de él de pie. Se me hizo un nudo en la garganta
y no supe mencionar ninguna palabra, se me olvidó el abecedario, todas las
palabras existentes de mi mente.
- Buenos
días.
- Hola. – Mi
voz sonó algo rara, pero mantuve la compostura y me hice la fuerte cuando en
realidad podían herirme fácilmente. – ¿Qué haces aquí?
- Iba a
buscarte, vi aquí tu coche y aquí me quedé.
Mire hacia
su lado, sí es verdad que en toda la acera había coches aparcados, pero justamente
a su lado estaba el mío. Él sabía que siempre usaba el coche, sabía que iría a
por él y me arrepentí de tener coche.
- ¿Qué
quieres?
- Hablar
contigo, por favor, escúchame.
Se puso
delante de la puerta, sin dejarme paso para entrar en el coche.
- No quiero
hablar contigo.
Detesté su
voz, la odié. Mi intensa rabia se apoderaba de mí, el amor que sentía por ese
chico hace días, se había convertido en completo odio en escasos minutos.
- No aquí, no
puedo ahora. Podemos ir a otro sitio si quieres pero dejemos las cosas claras.
Tuve que
aceptar aunque no quisiera, sí que ya le había soltado todo lo que pensaba, o
casi todo, pero él aun conservaba algunos de mis objetos.
- El sábado
que viene por la tarde me pasaré por tu casa, apártate por favor, tengo prisa.
- Hola Helen,
ya estoy.
Me giré
hacia la voz. Ella, de nuevo. Acababa de salir de un restaurante de comida exótica
que estaba a unos diez pasos de mi coche, ya que llevaba una bolsa de plástico
en la mano con el logotipo que había en ese cartel. Él no me esperaba por haber
visto mi coche, la esperaba a ella.
Volví a
mirarle con más rabia. ¿Lo hacía adrede?, ¿La había traído para darme rabia?
- Irina se
quedará unos días más por aquí.
- Que
alegría. Que os divirtáis.
Le aparté
del medio y puse la bolsa con la caja en el asiento de atrás, subí al coche
cerrando de un portazo y me fui rápidamente, dejándolos en un silencio
incómodo.
Capítulo 12 - Plastidecores
- ¡¿Cómo
puedo salir de aquí?!
Después de
abandonar el restaurante de la boda me vi encerrada en una especie de servicio
público de mujeres, o más bien de niñas.
- Piensa un
poco.
Una mujer de
la cual no recuerdo ni tampoco sé si estaba presente en ese momento, me daba
pistas para salir de ese agobiante sitio.
- ¡¿Cómo paso
al siguiente nivel?!
- Pregunta a
las niñas, quizás sepan algo.
Tenía que
conseguir pasar a otro nivel, no era muy bien un “nivel” era más bien otro
mundo, quería teletransportarme, pero
no sabía cómo hacerlo.
Abrí las
puertas de cada servicio, en cada una de ellas, había una niña diferente
sentada en el váter, con un vestidito.
Llevaban
colores, plastidecores en las manos.
- ¿Puedes
dejármelos un momento?
- Toma, pero
solo un rato.
Todas las
niñas aceptaban y me daban sus colorines, pero siempre con la condición de ser
devueltos.
- ¿Y qué hago
con esto? ¿Cómo puedo salir con esto?
Dibujé cosas
en la puerta sin pomo. La verdad, sabía que había entrado allí por una puerta,
pero no sabía salir, ya que no había puerta existente.
Cogí un plastidecor verde oscuro y dibujé un
pomo, pero no funcionaba. Dibujé un candado a su alrededor y acto seguido su
clave, de forma que pareciera que se había descifrado, pero nada.
Las niñas
salían de los pequeños compartimientos para quejarse. Tenían una edad de siete
años más o menos y cada una llevaba un vestido diferente, en cuanto al color y
el estampado, pero igual en la forma. Algunas llevaban lacitos en la cabeza,
otras diademas y las restantes algún que otro moñito o una coleta.
Me cuesta
reconocerlo, pero yo también iba vestida así. Llevaba un vestidito de niña de
la antigua y en la cabeza una especie de lazo. Alicia la del país de las
maravillas me recordaba a mí misma en aquellos momentos.
Todas venían
hacia mí. Reclamaban sus colores, los querían, pero yo los necesitaba.
- ¡Devuélveme
los colores!
- ¡Sí, ya los
has tenido bastante!
- ¡Quiero mis
plastidecores!
-Un
momentito chicas, un momento por favor.
Iba
estresada, las niñas no dejaban que me concentrase en salir de allí, esta vez
tenía el tiempo limitado. Si se enfadaban mucho… no se qué harían, solo sé que
no sería bueno.
- ¡Esto no
funciona! ¡No puedo salir!
- Quizás no
puedas salir escribiendo en la puerta, escribe en otro sitio.
- ¿Y dónde
escribo? ¿Qué más da eso?
- ¡Es mío!
-¡Yo te dejé
cuatro!
De repente
me odié a mí misma, a esa vocecita de la mujer que oía y a todas las niñas que
se habían unido para hundirme.
-Escribe en
la encimera, quiero decir, allí donde está la pica y el espejo.
Aunque tan
solo había unos pasos hasta allí, lo hice corriendo.
- ¡¿Y qué
escribo?!
- Devuélveme
mis plastidecores.
- Ya voy,
tranquila bonita, te los devuelvo en seguida.
- Puedes
escribir… que quieres salir, por ejemplo.
No sé por
qué, pero me tragaba todo lo que me decía esa mujer. Escribí “quiero salir”
muchas veces con el color naranja en la encimera.
- ¡No
funciona, sigo aquí!
- ¿Y quién ha
dicho que tengas que escribir con el plastidecor
así?
- ¿A qué te
refieres?
- ¿Sabes
fundir un plastidecor?
Esa pregunta
me hizo pensar, pero el tiempo se me acababa ¿Fundir un plastidecor? Si esas niñas me veían destrozar sus colores… se les
acabaría la paciencia. Así que pensé, si lo que decía esa mujer era cierto,
desaparecería de esa habitación y las niñas no podrían enfadarse conmigo.
Quité el
plástico que aun quedaba en el color naranja y me acerqué al secador de manos,
ese aparato eléctrico que tira aire caliente para secarte las manos.
- Sé que, las
ceras de colores se funden si las pasas por aire caliente.
- Muy bien,
inténtalo.
Apreté el
botón para que se encendiera el secador de manos y puse debajo el plastidecor naranja. Éste, se fundió en
mis manos.
- ¿Y ahora
qué hago?
- Escribe con
este plastidecor.
- ¡Eh! Has
fundido mi color naranja.
Me puse un
poco de color naranja en el dedo - es decir, plastidecor naranja fundido - y escribí “quiero salir” con mi
propio dedo en la encimera.
Las niñas
venían a tirarme de los pelos, furiosas, por suerte, desaparecí en ese mismo
instante.
Capítulo 11 - Necesidad de reuniones
Tras pasar los mismos semáforos de siempre, aunque no
con el mismo tráfico de antes, llegué a casa.
Por mi cabeza tan solo rondaba Alan y, a ratos, Derek,
su sobrina, su hermana y el día de mañana.
“¿Habrá Alan visto a Derek?” Era la mayor pregunta que
tenía en mente. “Si es así, ¿pensará que estuve siéndole infiel?”, “quizás nos
haya visto desde su portal, o desde la ventana”, “¿acaso se habrá quedado en el
estanque reflexionando?” Solo me preocupaba más de lo necesario, seguramente,
se habría quedado en el estanque compartiendo su soledad con la naturaleza. Yo
habría hecho lo mismo al oír el nombre de otra chica, él no era muy celoso, sí
un poco, pero yo me habría imaginado e inventado en mi mente toda clase de
posibles situaciones con ese nombre desconocido.
Después de aparcar el coche, subí las escaleras del
edificio hasta llegar a mi puerta. Folletos de publicidad sobresalían de mi
buzón, pero decidí ignorarlo, no me apetecía acercarme y perder tiempo.
Mi estomago rugía. La verdad, no había comido casi,
bueno, más bien no había comido absolutamente nada.
Me preparé una ensalada, una de esas sencillas:
lechuga, tomate, un poco de atún, aceite y sal. No me gustaba acompañarlo todo
con vinagre. También llené un vaso de agua y corté un poco de pan.
Sox dormía en su cesta, una cesta puesta en un sillón
únicamente suyo y para él. Se pasaba el día durmiendo, aunque a veces, salía
por las noches con los demás gatos. Solo dormía allí cuando hacía frío, es
decir, parte del otoño y todo el invierno. Los veranos y restantes no dormía
por las noches, cuando lo hacía, era de día y en algún lugar fresco.
Tanto pensar al ver mi gato dormir, me entró sueño a
mí también. Recogí los platos al acabar y
me fui directamente a la cama.
- Quizás debería…
Cogí el teléfono y me tiré en la cama, dejándome caer,
dejando caer el peso de mi cuerpo que se había vuelto pesado durante ese día.
Marqué su número y
como esperaba, contestó.
- ¿Sí?
- Ponpon wingwingwing ponponwiponpinponpon…
- Helen… tú y tus frikadas.
- Holas
La verdad es
que me encantaba comportarme como una cría a veces, hacer tonterías era
divertido y a ratos sano.
-¿Qué
ocurre?
- Hoy he
hablado con Alan.
- Que
novedad… aunque no me lo resulta si me lo dices así, tan pancha. ¿Ha pasado
algo?
- Le he
dejado, me he cansado. Es una ricura y siempre lo ha sido. Me trata como una
princesa, nunca me deja sola, no va con sus amigos solo por estar conmigo,… eso
me encantaba y de hecho me encanta. Pero…
Se lo solté
todo de golpe, no dejé que hablara apenas, tan solo hacía pequeñas pausas para
que fuera asintiendo y comprobar que estaba escuchando, o al menos, no había
colgado.
- Se me hace
muy raro, estabas tan coladita… además, ¿Cuánto tiempo llevabais juntos? Un año
y medio, es una lástima…
- A mí
también me ha dolido mucho, de todas formas he acabado decidiendo el final. Lo
peor es que un día de estos tengo que volver a verle…
- ¿Por qué?
Eso sí que es una gran ptada…
- Tiene
algunas cosas mías, también tiene la llave de mi piso y todo eso, creo que
cambiaré la cerradura.
- ¿Tanta
exageración? – Preguntó extrañada des del otro lado del teléfono.
- Quiero
olvidarle y para ello… necesito que me hagas un favor.
- Eso me
pinta mal.
Se me escapó
una pequeña risita al oír eso. Solíamos hablar con mucha broma y de forma
divertida, sin temores.
- Necesito
que llames a Miliem y a Carena, sería genial hacer una reunión.
- Helen, en
serio, ¿estás bien? Siempre sales traumatizada de esas fiestas, ¡venga ya! ¿y
ahora tú pides una? No, tú no estás bien.
Me reí al
comprobar que tenía razón.
- Estoy
segura de que a Carena le encantará la idea y sé que tú también quieres,
además, ¿no es pronto el cumple de Miliem?
Olivia
empezó a hablar, no sé de qué, supongo que explicó algunas ideas que tenía en
mente sobre la fiesta, o tontadas y locuras que hacíamos.
Lo único que
recuerdo es que me quedé dormida en ese mismo instante, los ojos se me cerraron
sin ninguna orden.
Capítulo 10 - De conocidos hacia amigos
Llegué al
final del camino, más bien al principio, que conectaba con la carretera
principal. Una piedra grande, mejor una gran roca, parecía estar allí pidiendo
que me sentara. No lo hice… tenía miedo de que algún conductor me confundiera
con una pilingui, así que me senté en
el suelo, detrás de un arbusto.
Alan
seguramente me siguió al empezar a andar, ya que oí sus pasos sobre la tierra.
Lo más probable es que se detuviera en seco al oír “Derek” ¿pensaría que estaba
con otro chico? Quizás, de todas formas no sería cierto.
Mis
pensamientos se apoderaban de mí mientras contemplaba el paisaje. El sol se
despedía de la gente como todos los días, sentía frío, pero eso no importaba.
Como de
costumbre, alguien aparecía y me cortaba las alas del cielo y caía en el suelo,
en el mundo real.
- ¿Eo?
- ¡¡Aaaaahhh!!
Me giré rápidamente
y le miré con cara de susto, acto seguido, solté un suspiro.
- ¡Maldito
seas! Menudo susto me has dado.
- ¿Susto? Te
he dicho hola y no me has contestado, además, ¿a caso no podías oír el motor
del coche?
- Lo siento,
estaba en mi mundo…
- … de fantasía
y sueños, ¿eh? - Se rió al ver mis pintas de cansada.
- ¡Deja de
burlarte de mí!
- Vale, vale…
ya paro. Venga, sube.
Me tendió la
mano para ayudarme a levantarme del suelo, dudé unos segundos, pero finalmente
acepté la ayuda.
Sacudí los
granitos de tierra que se habían quedado en mis tejanos al sentarme en el
suelo. Tampoco me gustaba la idea de ir con el coche de Derek, parecía muy
sofisticado e iba a ensuciarlo de tierra.
Abrí la
puerta del copiloto, entré y di un
portazo al cerrarla. Se dio cuenta de mi rabia con el acto, comprendió la situación y guardó sus bromas y
quejas.
- Ponte el
cinturón.
- Voy…
- Bueno, no
vas a salir fácilmente de esto, vas a contarme qué pasa ¿vale? Tranquila, no
pido que sea ahora.
- Ya me lo
temía, te lo debo, gracias por venir a buscarme.
- ¿Con quién
estabas?
- Con mi
novio. Quiero decir, ex novio… ya te contaré mañana lo que ha ocurrido, porque…
sigue en pie lo de quedar mañana, ¿no?
- Claro que
sí, sólo hay un pequeño problema.
- ¿Cuál? ¿Qué
ha pasado? –Dije algo sobresaltada.
- Tranquila,
no es nada malo, al contrario, bueno… tengo una hermana mayor, se llama
Carolina.
- ¿Y cuál es
el problema? No pasa nada si está por casa.
- No, ella no
estará, pero sí su hija. Le prometí cuidar de ella mañana y no me acordaba.
¿Quieres que lo dejemos para otro día o quieres venir de todas formas?
- ¡Oh! ¿Eres
tío? La verdad es que a penas te conozco y ni te imagino cuidando a un crio. –
Solé una risita y él se rió conmigo, después, me percaté de que no había
respondido a la pregunta. – Bueno, no lo sé, si te soy molestia mejor no. Me
refiero a que si tienes que estar pendiente de ella y no puedes hacer las dos
cosas a la vez, no pasa nada, en serio.
- ¿Cómo? No,
no, no… no eres ninguna molestia, en absoluto. Además ella tiene ocho años y es
muy tranquila, salvo cuando tiene hambre claro. Le gustan mucho las muñecas, te
ganarías su confianza si le sacaras ese tema.- Me reí ante el comentario de las
muñecas, era un buen tema para hablar ya que a mí me gustaba mucho de pequeña. -
¿Qué hace tanta gracia? – Preguntó.
No podía
creer tal y como estábamos hablando, parecía que nos conociésemos de toda la
vida y la verdad, eso me gustaba. Él mostraba confianza hacia mí, lo que no me
convencía, no sabía si lo hacía por el trabajo o simplemente por gusto.
- Pues, nada,
ya me encargaré de caerle bien. – Y añadí otra risita final.
- Mmmm, ¿giro
a la izquierda?
El tiempo
pasaba volando, tanto, que ni me había dado cuenta de que estábamos ya en la
ciudad. Tampoco me acordaba de que estábamos en el coche, no le daba
importancia a nada, tan solo a la conversación.
- No, a la
derecha. Oye, no me lleves a casa.
- ¿Por qué?
No me importa llevarte y si es necesario te acompaño hasta la puerta.
Eso sonó de
una forma muy atrevida, pero según el punto de vista, se veía de una forma
educada.
- He aparcado
el coche en otro sitio, está algo lejos de mi casa. Es por la derecha.
- Como
quieras, pero tendrás que recompensármelo.
- ¿Recompensártelo?
Mañana traeré una bolsa llena de muñecas para tu sobrina.
- Era broma
mujer, no es necesario. De veras, guárdalas.
- Solo hacen
bulto esas muñecas y la verdad es que no son muy viejas, seguro que le
gustaran. Por cierto, ¿Cómo se llama?
-Mi sobrina
se llama Elaine y mi hermana Carolina, aunque yo le llamo Carol.
- ¿Elaine? Me
encanta ese nombre, es muy bonito. Carol suena más moderno.
- Emm, Helen,
¿cuál es tu coche?
- Ah, sí, es
ese de ahí, el de color blanco.
Aparcó unos coches más adelante, él bajó antes que yo.
- Espera, no bajes. Pasa por mi sitio y baja por mi
lado. En tu lado pasan coches y es peligroso.
Después de haberme dicho eso, pasé por su sitio y acto
seguido salí por su puerta. No se despidió de mí aun, si no que me acompañó
hasta la puerta de mi coche.
- Nos vemos mañana, era a las doce, ¿no?
- Sí y en el parque, intentaré ser puntual.
- No lo intentarás, serás puntual.
- Haré lo posible. Bueno, adiós, hasta mañana. Gracias
por todo, te debo una buena explicación.
- No hay prisa para los motivos. Venga, que se está
haciendo de noche. Te espero mañana en el banco del parque.
Saqué las llaves de mi bolso y abrí el coche. Me metí
dentro y Derek, aun plantado afuera, se despidió de mí con la mano. Yo hice lo
mismo y puse el coche en marcha hasta desaparecer.
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