jueves, 12 de julio de 2012

Capítulo 1 - Dementium


Casi sin tocar las escaleras, más bien rozándolas, caí de nuevo. Volví a levantarme rápidamente aunque eso solo provocó una quinta caída. Recuperé el equilibrio y me adentré en la gran sala cerrando la puerta metálica indestructible.
Una sala, mejor un laberinto. Un laberinto lleno de pasillos pero a la vez con muchas habitaciones dentro, todo estaba lleno de sangre, aunque en algunas partes no había ni una sola gota. Lo que más me intrigaba en ese momento era el olor, el fuerte olor a sangre, a muertos, cadáveres, no me molaba eso... pero no, no podía, no podía oler nada.

Ya no escuchaba ningún ruido. Seguía en la entrada de la inmensa sala oscura sin olores ni nada a lo que recurrir. El monstruo bicho medio humano ya no daba golpes a la puerta y empecé a pensar.
¿Cómo podía salir de allí? Deseaba estar en casa con mi chico relajada en el sofá, sentir y oír su dulce voz en mi oreja con susurros, mariposas en el estómago, calor con su piel, amor con su mirada y...

Un ruido que me paralizó borró mis pensamientos por el momento. Una puerta metálica. Hacía el mismo ruido que la otra, ese chillido al contactar con el suelo y ese “pam” al cerrarla. Alguien había entrado en la sala y venía hacia mí... pude verlo a lo lejos del pasillo, era él, una sombra roja como una serpiente, no sabía qué era muy bien eso, pero podía suponerlo, ya que no quería mirarle. Solo pensaba en correr y correr y correr...

Corrí, tanto como pude en otra dirección, en otro pasillo más del laberinto lleno de habitaciones. A saber a dónde me llevaría ese trozo de pared.
No me alegró mucho ver al final del pasillo una habitación. Era... como un lavabo pequeño con solo el váter con un simple grifo, esos tan estrechos que hay en los pisos. De todas formas, eso no era un lavabo era una habitación sin nada. Entré en ella. La sombra me seguía, estaba acabada.
La puerta no era metálica esta vez, era de madera. Llorando me dejé caer en el suelo y me apegué a la pared más lejana de la puerta de tal modo que solo habían unos centímetros de distancia entre las dos paredes.

Alguien empujaba la puerta con mucha fuerza. Tuve que poner mi espalda contra la puerta y los pies pegados en la pared más lejana haciendo fuerza para que la sombra no se apoderase de mí. No pude, no pude aguantar más la puerta y la sombra me ganó.
Una cosa roja iba a tirarse encima de mí, una capa roja... grité.

Me desperté, no fue el típico despertador como en las películas sino la simple pesadilla, el miedo, el susto de morir.
No siempre tenía la misma pesadilla, a veces tenía sueños bonitos, otras veces oscuros, pero siempre han sido raros con algo que cuando despierto no entiendo.

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