Llegué al
final del camino, más bien al principio, que conectaba con la carretera
principal. Una piedra grande, mejor una gran roca, parecía estar allí pidiendo
que me sentara. No lo hice… tenía miedo de que algún conductor me confundiera
con una pilingui, así que me senté en
el suelo, detrás de un arbusto.
Alan
seguramente me siguió al empezar a andar, ya que oí sus pasos sobre la tierra.
Lo más probable es que se detuviera en seco al oír “Derek” ¿pensaría que estaba
con otro chico? Quizás, de todas formas no sería cierto.
Mis
pensamientos se apoderaban de mí mientras contemplaba el paisaje. El sol se
despedía de la gente como todos los días, sentía frío, pero eso no importaba.
Como de
costumbre, alguien aparecía y me cortaba las alas del cielo y caía en el suelo,
en el mundo real.
- ¿Eo?
- ¡¡Aaaaahhh!!
Me giré rápidamente
y le miré con cara de susto, acto seguido, solté un suspiro.
- ¡Maldito
seas! Menudo susto me has dado.
- ¿Susto? Te
he dicho hola y no me has contestado, además, ¿a caso no podías oír el motor
del coche?
- Lo siento,
estaba en mi mundo…
- … de fantasía
y sueños, ¿eh? - Se rió al ver mis pintas de cansada.
- ¡Deja de
burlarte de mí!
- Vale, vale…
ya paro. Venga, sube.
Me tendió la
mano para ayudarme a levantarme del suelo, dudé unos segundos, pero finalmente
acepté la ayuda.
Sacudí los
granitos de tierra que se habían quedado en mis tejanos al sentarme en el
suelo. Tampoco me gustaba la idea de ir con el coche de Derek, parecía muy
sofisticado e iba a ensuciarlo de tierra.
Abrí la
puerta del copiloto, entré y di un
portazo al cerrarla. Se dio cuenta de mi rabia con el acto, comprendió la situación y guardó sus bromas y
quejas.
- Ponte el
cinturón.
- Voy…
- Bueno, no
vas a salir fácilmente de esto, vas a contarme qué pasa ¿vale? Tranquila, no
pido que sea ahora.
- Ya me lo
temía, te lo debo, gracias por venir a buscarme.
- ¿Con quién
estabas?
- Con mi
novio. Quiero decir, ex novio… ya te contaré mañana lo que ha ocurrido, porque…
sigue en pie lo de quedar mañana, ¿no?
- Claro que
sí, sólo hay un pequeño problema.
- ¿Cuál? ¿Qué
ha pasado? –Dije algo sobresaltada.
- Tranquila,
no es nada malo, al contrario, bueno… tengo una hermana mayor, se llama
Carolina.
- ¿Y cuál es
el problema? No pasa nada si está por casa.
- No, ella no
estará, pero sí su hija. Le prometí cuidar de ella mañana y no me acordaba.
¿Quieres que lo dejemos para otro día o quieres venir de todas formas?
- ¡Oh! ¿Eres
tío? La verdad es que a penas te conozco y ni te imagino cuidando a un crio. –
Solé una risita y él se rió conmigo, después, me percaté de que no había
respondido a la pregunta. – Bueno, no lo sé, si te soy molestia mejor no. Me
refiero a que si tienes que estar pendiente de ella y no puedes hacer las dos
cosas a la vez, no pasa nada, en serio.
- ¿Cómo? No,
no, no… no eres ninguna molestia, en absoluto. Además ella tiene ocho años y es
muy tranquila, salvo cuando tiene hambre claro. Le gustan mucho las muñecas, te
ganarías su confianza si le sacaras ese tema.- Me reí ante el comentario de las
muñecas, era un buen tema para hablar ya que a mí me gustaba mucho de pequeña. -
¿Qué hace tanta gracia? – Preguntó.
No podía
creer tal y como estábamos hablando, parecía que nos conociésemos de toda la
vida y la verdad, eso me gustaba. Él mostraba confianza hacia mí, lo que no me
convencía, no sabía si lo hacía por el trabajo o simplemente por gusto.
- Pues, nada,
ya me encargaré de caerle bien. – Y añadí otra risita final.
- Mmmm, ¿giro
a la izquierda?
El tiempo
pasaba volando, tanto, que ni me había dado cuenta de que estábamos ya en la
ciudad. Tampoco me acordaba de que estábamos en el coche, no le daba
importancia a nada, tan solo a la conversación.
- No, a la
derecha. Oye, no me lleves a casa.
- ¿Por qué?
No me importa llevarte y si es necesario te acompaño hasta la puerta.
Eso sonó de
una forma muy atrevida, pero según el punto de vista, se veía de una forma
educada.
- He aparcado
el coche en otro sitio, está algo lejos de mi casa. Es por la derecha.
- Como
quieras, pero tendrás que recompensármelo.
- ¿Recompensártelo?
Mañana traeré una bolsa llena de muñecas para tu sobrina.
- Era broma
mujer, no es necesario. De veras, guárdalas.
- Solo hacen
bulto esas muñecas y la verdad es que no son muy viejas, seguro que le
gustaran. Por cierto, ¿Cómo se llama?
-Mi sobrina
se llama Elaine y mi hermana Carolina, aunque yo le llamo Carol.
- ¿Elaine? Me
encanta ese nombre, es muy bonito. Carol suena más moderno.
- Emm, Helen,
¿cuál es tu coche?
- Ah, sí, es
ese de ahí, el de color blanco.
Aparcó unos coches más adelante, él bajó antes que yo.
- Espera, no bajes. Pasa por mi sitio y baja por mi
lado. En tu lado pasan coches y es peligroso.
Después de haberme dicho eso, pasé por su sitio y acto
seguido salí por su puerta. No se despidió de mí aun, si no que me acompañó
hasta la puerta de mi coche.
- Nos vemos mañana, era a las doce, ¿no?
- Sí y en el parque, intentaré ser puntual.
- No lo intentarás, serás puntual.
- Haré lo posible. Bueno, adiós, hasta mañana. Gracias
por todo, te debo una buena explicación.
- No hay prisa para los motivos. Venga, que se está
haciendo de noche. Te espero mañana en el banco del parque.
Saqué las llaves de mi bolso y abrí el coche. Me metí
dentro y Derek, aun plantado afuera, se despidió de mí con la mano. Yo hice lo
mismo y puse el coche en marcha hasta desaparecer.
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