jueves, 12 de julio de 2012

Capítulo 10 - De conocidos hacia amigos


Llegué al final del camino, más bien al principio, que conectaba con la carretera principal. Una piedra grande, mejor una gran roca, parecía estar allí pidiendo que me sentara. No lo hice… tenía miedo de que algún conductor me confundiera con una pilingui, así que me senté en el suelo, detrás de un arbusto.

Alan seguramente me siguió al empezar a andar, ya que oí sus pasos sobre la tierra. Lo más probable es que se detuviera en seco al oír “Derek” ¿pensaría que estaba con otro chico? Quizás, de todas formas no sería cierto.

Mis pensamientos se apoderaban de mí mientras contemplaba el paisaje. El sol se despedía de la gente como todos los días, sentía frío, pero eso no importaba.

Como de costumbre, alguien aparecía y me cortaba las alas del cielo y caía en el suelo, en el  mundo real.

- ¿Eo?

- ¡¡Aaaaahhh!!

Me giré rápidamente y le miré con cara de susto, acto seguido, solté un suspiro.

- ¡Maldito seas! Menudo susto me has dado.

- ¿Susto? Te he dicho hola y no me has contestado, además, ¿a caso no podías oír el motor del coche?

- Lo siento, estaba en mi mundo…

- … de fantasía y sueños, ¿eh? - Se rió al ver mis pintas de cansada.

- ¡Deja de burlarte de mí!

- Vale, vale… ya paro. Venga, sube.

Me tendió la mano para ayudarme a levantarme del suelo, dudé unos segundos, pero finalmente acepté la ayuda.

Sacudí los granitos de tierra que se habían quedado en mis tejanos al sentarme en el suelo. Tampoco me gustaba la idea de ir con el coche de Derek, parecía muy sofisticado e iba a ensuciarlo de tierra.

Abrí la puerta del copiloto, entré y di un portazo al cerrarla. Se dio cuenta de mi rabia con el acto,  comprendió la situación y guardó sus bromas y quejas.

- Ponte el cinturón.

- Voy…

- Bueno, no vas a salir fácilmente de esto, vas a contarme qué pasa ¿vale? Tranquila, no pido que sea ahora.

- Ya me lo temía, te lo debo, gracias por venir a buscarme.

- ¿Con quién estabas?

- Con mi novio. Quiero decir, ex novio… ya te contaré mañana lo que ha ocurrido, porque… sigue en pie lo de quedar mañana, ¿no?

- Claro que sí, sólo hay un pequeño problema.

- ¿Cuál? ¿Qué ha pasado? –Dije algo sobresaltada.

- Tranquila, no es nada malo, al contrario, bueno… tengo una hermana mayor, se llama Carolina.

- ¿Y cuál es el problema? No pasa nada si está por casa.

- No, ella no estará, pero sí su hija. Le prometí cuidar de ella mañana y no me acordaba. ¿Quieres que lo dejemos para otro día o quieres venir de todas formas?

- ¡Oh! ¿Eres tío? La verdad es que a penas te conozco y ni te imagino cuidando a un crio. – Solé una risita y él se rió conmigo, después, me percaté de que no había respondido a la pregunta. – Bueno, no lo sé, si te soy molestia mejor no. Me refiero a que si tienes que estar pendiente de ella y no puedes hacer las dos cosas a la vez, no pasa nada, en serio.

- ¿Cómo? No, no, no… no eres ninguna molestia, en absoluto. Además ella tiene ocho años y es muy tranquila, salvo cuando tiene hambre claro. Le gustan mucho las muñecas, te ganarías su confianza si le sacaras ese tema.- Me reí ante el comentario de las muñecas, era un buen tema para hablar ya que a mí me gustaba mucho de pequeña. - ¿Qué hace tanta gracia? – Preguntó.

No podía creer tal y como estábamos hablando, parecía que nos conociésemos de toda la vida y la verdad, eso me gustaba. Él mostraba confianza hacia mí, lo que no me convencía, no sabía si lo hacía por el trabajo o simplemente por gusto.

- Pues, nada, ya me encargaré de caerle bien. – Y añadí otra risita final.

- Mmmm, ¿giro a la izquierda?

El tiempo pasaba volando, tanto, que ni me había dado cuenta de que estábamos ya en la ciudad. Tampoco me acordaba de que estábamos en el coche, no le daba importancia a nada, tan solo a la conversación.

- No, a la derecha. Oye, no me lleves a casa.

- ¿Por qué? No me importa llevarte y si es necesario te acompaño hasta la puerta.

Eso sonó de una forma muy atrevida, pero según el punto de vista, se veía de una forma educada.

- He aparcado el coche en otro sitio, está algo lejos de mi casa. Es por la derecha.

- Como quieras, pero tendrás que recompensármelo.

- ¿Recompensártelo? Mañana traeré una bolsa llena de muñecas para tu sobrina.

- Era broma mujer, no es necesario. De veras, guárdalas.

- Solo hacen bulto esas muñecas y la verdad es que no son muy viejas, seguro que le gustaran. Por cierto, ¿Cómo se llama?

-Mi sobrina se llama Elaine y mi hermana Carolina, aunque yo le llamo Carol.

- ¿Elaine? Me encanta ese nombre, es muy bonito. Carol suena más moderno.

- Emm, Helen, ¿cuál es tu coche?

- Ah, sí, es ese de ahí, el de color blanco.

Aparcó unos coches más adelante, él bajó antes que yo.

- Espera, no bajes. Pasa por mi sitio y baja por mi lado. En tu lado pasan coches y es peligroso.

Después de haberme dicho eso, pasé por su sitio y acto seguido salí por su puerta. No se despidió de mí aun, si no que me acompañó hasta la puerta de mi coche.

- Nos vemos mañana, era a las doce, ¿no?

- Sí y en el parque, intentaré ser puntual.

- No lo intentarás, serás puntual.

- Haré lo posible. Bueno, adiós, hasta mañana. Gracias por todo, te debo una buena explicación.

- No hay prisa para los motivos. Venga, que se está haciendo de noche. Te espero mañana en el banco del parque.

Saqué las llaves de mi bolso y abrí el coche. Me metí dentro y Derek, aun plantado afuera, se despidió de mí con la mano. Yo hice lo mismo y puse el coche en marcha hasta desaparecer.

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