jueves, 12 de julio de 2012

Capítulo 9 - Sin agua



No quería soltarle para nada en el mundo, pero lo hizo él. Me levantó con cuidado hasta quedarnos de pie abrazados.

- Venga cariño…

- Mmmm… - Le abracé más fuerte, no sé si se esperaba mi adiós o no, aun así quería aprovechar ese abrazo. Al fin, le solté.

Salimos de casa cogiéndonos de la mano. Desde dentro del portal vio mi coche aparcado en frente pero no le hizo ni mínimo caso.

Subí a su coche, la verdad, es que no me gustaba la idea de ir con el suyo. El trayecto de vuelta sería muy incomodo y en un caso así, no surgen las palabras, no sabes de qué hablar, solo te dan ganas de llorar pero aguantas hasta que llegue el momento de decir adiós.

Me senté a su lado, delante, y acto seguido me abroché el cinturón. Él solía tener facilidad para conducir, de hecho le gustaban las carreras de coches, cosa a la que yo nunca encontré el agrado. Tenía muchas cualidades con los coches y con las matemáticas pero con las letras era un desastre, así que normalmente ponía yo la música en el coche le gustara o no.

- ¿No vas a poner ningún CD?

Me quedé pensativa… ¿qué música podía poner? Sólo me daban ganas de escuchar música triste o simplemente no escuchar nada. Tenía que ser cuidadosa a la hora de escoger, ya que la letra de la música podía afectarle fácilmente. 

No contesté. Miré por la ventana. Ya habíamos salido de la ciudad central, pasado todos los pesados semáforos y el agotador tráfico. Él se concentraba mirando en la carretera, pero a veces, intentaba mirarme de reojo como si quisiera insinuar que hablase para romper el silencio.

A nuestro alrededor ya solo se veía carretera y naturaleza. Giró hacia la derecha y se adentró en un camino terroso.

 - Hemos llegado doña silencio.

Solté una pequeña mueca, no era forzada, al contrario, intentaba que su sonrisa no se contagiaría. No quería parecer feliz.

Abrí la puerta. Llevábamos un buen tiempo sin estar en ese trozo de tranquilidad, era un simple estanque de agua hecho de forma natural. Ese día estaba medio lleno, medio vacío. Tan solo se llenaba cuando llovía, pero ni siquiera así se llenaba.

-          - Siéntate. – Me llevó de la mano hasta al lado del estanque, sin importarle que el suelo fuese de tierra, nos sentamos. – Vaya, esto ha cambiado…

Solté una risita amarga y dije lo que pensaba.

-          - Como nuestra relación, ¿no?

Se paralizó. Se quedó mirándome quieto, inmóvil, como si su rostro fuera de cristal y se rompiera a pedazos. No se había dado cuenta de lo que pretendía hacer, que era justamente lo que hacía unos minutos dudaba.

-          - ¿C-cambiado para bien, o para mal?

Oh no, cielos. Él era muy débil, se le podía notar las ganas de llorar fácilmente, aunque nunca lo hacía. Solía guardarse las lágrimas para sí mismo.

-          - Creía que te habías dado cuenta… dime, ¿a qué aspecto ha cambiado el estanque?

Dejó de mirarme a los ojos, mirando hacia el suelo mientras apretaba los puños ¡Que mal hacía sentirme!

Sentía un profundo dolor en el pecho solo por haberle dicho eso, solo por haber visto su triste cara,… no iba a echarme atrás por eso, debía ser fuerte.

Como él no contestaba abrí la boca para decir algo, al mismo tiempo que lo hice, contestó. Cerré la boca mientras hablaba.

-          - Ayer llovió, pero aun así, sigue estando muy seco, antes había más agua.

Sé que no lo dijo por nuestra relación, tan solo dijo lo que veía en ese paisaje sin relacionarlo con nosotros. 

No me gustaba eso, no me gustaba que no tuviera un poco de lógica con la literatura.
 
-         - Pues así está nuestra relación, Alan. ¿Sabes? Sigo pensando en ti siempre, te lo juro. – Alegró la cara, como si tuviera esperanzas. - Últimamente las cosas han cambiado, tú trabajas como profesor y…

-          - Bueno, no soy bien un profeso…

-          - Pero casi. – Después de unos segundos de silencio, continué. – como decía, nos vemos poco y no, no es por la falta de tiempo. Antes nos queríamos más, no sé, me refiero a que todo era tan bonito… el estanque estaba lleno de agua y en su alrededor florecían las amapolas.

-          - ¿Te guías por un simple estanque de agua? Antes hacía otro clima.

-          - ¡No me entiendes! ¡Odio que no quieras entenderme! Búscale el sentido literario a eso, es un ejemplo, ¿no te das cuenta? ¡Es solo un ejemplo!

-          - Perdona, no se me da bi…

-          - ¿Qué importa? ¡Odio que yo tenga que ser la más madura!

Mi rabia aumentaba, también es cierto que no podía controlarla pero lo que no podía aguantar…

-          - ¿La más madura? No me hagas reír.

… era su descontrol del orgullo.

-         - ¿No te das cuenta? Ya vuelves al juego “a ver quién la dice más grande”, ya vuelves a tu orgullo, ya vuelves a hablar como un crio.

Dijo una palabra, de la cual no supe distinguir porque le dejé sin acabar al interrumpirle.

-          - No, déjame hablar por favor. – Permaneció en silencio. – hay que acabar esto. Tienes un buen trabajo de profesor de matemáticas y yo me gano la vida en la biblioteca, no deseo irme a vivir a Castdich contigo, no me gustan las tradiciones de allí, prefiero las de aquí, además. ¿de qué trabajaría? Ya tengo un buen trabajo. Has estado todo este tiempo planeando sin pensar en mí, ¿y si quiero seguir mi vida en Derment? , ¿y si no quiero casarme ni tener hijos aún? ,… ¿dónde está mi opinión? - Le dejé sin palabras. - Me alegro de que te des cuenta ahora, pero ya es demasiado tarde.

Le di un beso en la mejilla, uno de esos rutinarios que solo servían para eso, para la rutina. Me levanté, no quise decirle nada más y entonces me dirigí hacia el coche.

-          - Espera, aclárame una cosa.

Me giré, ¿de veras había comprendido lo que le había dicho? Costaba creerlo.

-          - Dime… ¿quieres que busque soluciones o que no lo haga?

La pregunta quedó clara: ¿quieres que lo arregle o que lo dejemos? La verdad, aunque ya tenía en mente la respuesta, no fui capaz de contestarle.

-          - No lo sé.

Me metí en el coche un momento, no para subir, si no para coger el bolso. Saqué el móvil y empecé a buscar en mi lista de contactos.

-          - Adiós Alan.

Comencé a andar por el sitio que habíamos venido, esta vez a pie. Se levantó rápidamente al ver mi acción.

-          - ¿Te has vuelto loca? ¡Deja que te lleve! ¡La ciudad queda lejos, lo sabes!

Le ignoré sin girarme mientras andaba. Entonces, apreté el botón “llamar”

-          - ¿Derek?

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