Me paré en
frente de su puerta, 2-2. Tenía una copia de las llaves en mi bolso, pero no
quería usarlas así como así. Ya no era lo mismo que antes, así que me digné a
llamar al timbre.
- ¿Quién es?
Se me heló
la sangre. La voz de una chica resonaba en el otro lado de la puerta.
- Ss… ¿está Alan?
Creí que me
había equivocado de puerta, pero al abrirse la puerta mi sangre pasó a ser
sólida.
- Hola, Alan
está en la cocina, pasa.
Una chica de
melena larga y morena me hizo entrar en la casa de mi novio, Alan. La chica
desconocida, por el momento, se puso a andar por delante de mí para guiarme
hasta la cocina. Ese gesto me resultó incómodo, así que la adelante. Ya sabía
el camino hacia la cocina, no era necesario que esa morena me guiara.
Quitando la
vista de la chica, entré en la cocina de mala gana, con cara de querer una
explicación a lo que estaba pasando.
Sé que, y lo
continuo admitiéndolo, soy una celosa. Intentaba no serlo pero de todas formas
no podía evitarlo, es mi forma de ser.
Alan estaba
tendiendo la mesa para una sola persona, un alivio para mí. Giró su rostro y me
miró.
- ¡Helen!
Creía que eran mis padres. ¿Cómo estas princesa?
- ¿Quién es
ella?
- ¡Eh, eh,
eh…! Te conozco, relájate y déjame hablar, ¿vale?
No dije
nada, no quería alterarme, podía estar equivocada. En esos momentos, no se me
ocurría ninguna explicación de quién era esa chica.
Se acercó y
lentamente me rodeó la cintura. Sus labios rozaron los míos por unos segundos
de forma juguetona, y seguidamente, los unió con un profundo y honesto beso.
-Siéntate. –
Me dio un beso en la frente. Me senté en la silla que me ofreció. – Es mi
prima, estará aquí unos días, su padre se ha ido un mes de viaje por el trabajo
y han aprovechado ella y su madre para venir aquí una semanita. Mis padres y su
madre han ido a comprar un momento, no tardarán en volver.
- ¿No hay
nada?
- Tan solo
familia.
¡Mierda, mierda, mierda, mierda! Me dije para mis adentros.
No solo la
cagué entrando malhumorada, si no que no vine en el momento adecuado. Con ella
delante no podíamos hablar seriamente y salir de esa tormenta diaria.
Miré a mi
novio con los ojos algo rojos, queriendo llorar por lo estúpida que me sentía
en ese instante. Un nudo en la garganta no me dejaba formular ninguna palabra y
se formó una esfera de silencio entre los dos.
-¿ Cariño?
Miré al
suelo para que no viera mis ojos, que idea más tonta, él siempre intentaba
mirarme a los ojos. Demasiado tarde.
- Helen…
Hizo que le
mirase a la cara, forzándome a levantar la barbilla con su mano. Me eché a
llorar al ver sus ojos. Para que no me contemplara llorar, me senté encima de
él y le abracé. Tenía muchas ganas de abrazarle y hacerle toda clase de mimitos
y dibujar en su piel y besarle por el cuello y ser cariñosa en general… pero él
tenía su camino y yo el mío.
– ¡¿Irinaa?!
Me
sorprendió y enfureció que ese instante sentimental acabara con ese nombre.
- ¡¿Siii?! -
Contestó desde la habitación de los invitados.
- Vamos a
salir, cuando vuelva mi madre dile que me he ido con Helen. Si ocurre algo,
llámame.
- ¡Vaaaalee!
Tragué
saliva. Aun abrazándole conseguí hablar.
- ¿A dónde
vamos? – Mi voz sonó más bajita de lo que esperaba, pero me oyó.
- Ya lo
sabes.
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