- Sobre mi… -
¿Era realmente bueno confiar en Derek? Era un buen tipo… de hecho, seguramente
sigue siéndolo. Tenía mis dudas sobre él y él tenía dudas sobre mí. Me tocó
empezar. – Bueno, me llamo Helen Miller, tengo veintitrés años. Hace dos años
que acabé la universidad, estudié literatura. Por las tardes me dedico a ayudar
en una biblioteca, atendiendo a la gente, ordenando libros, me encargo de
realizar llamadas por teléfono,… cada día hago una cosa distinta.
Sacó una
libreta, de un tamaño más o menos como medio folio normal, una libreta de
folios blancos. Cogió el bolígrafo que tenía en el bolsillo de la camisa y
escribió algo.
- ¿Qué… qué haces?
– No levantó la mirada del papel. Mientras, intentaba ver que escribía, vi mi
nombre apuntado. - ¡Oye!
Un
desconocido, te llama, te dice de quedar en un sitio, lee tus historias,
comenta sobre tu sueño, te invita a un café y toma nota de tus datos en una
libreta. ¿Era eso normal? Para mí no lo era y mi tensión y nerviosismo
aumentaba, parecía haber caído en una trampa.
- ¿Qué?
- ¿Puedo
saber que haces y por qué está mi nombre ahí escrito?
Soltó una
sonrisa, una de las más amplias, de las bonitas, de las de confianza y volvió a
escribir. En ese momento, el camarero, que se hacía llamar Cameron, - un nombre
muy parecido a camarero, que casualidad… - me trajo el café y un mini cruasán
en un pequeño plato blanco.
- ¡Escúchame!
Para de escr…
- Aquí tiene
señorita, ¿desea algo más?
- Ehh… no
gracias, así está bien, gracias.
- Cuidado aun
quema, espera un poco para bebértelo. Ahora vuelvo con tu zumo, Derek.
Cameron no
dijo nada más y se apresuró a llevarle el zumo a Derek. ¿De qué se conocían? Hablaban
como si Derek tomara algo en ese bar todos los días.
- ¿Qué
piensas Helen?
- ¿Qué…
pienso…? ¿De qué?
-¡Baja de
las nubes de una vez! Estamos aquí por trabajo, ¿recuerdas?
- Mmm...
eh... ¿qué? ¡¿Cómo que baje de las nubes?! ¡Eres tú el que está escribiendo en
una libretita sin decirme nada!
- Cálmate, a
veces asustas. Los viejos te están mirando.
Me giré
hacia los viejales, sí, me estaban mirando de forma extraña y se les oía
criticarme, criticar a la juventud de hoy en día.
- Espera… ¡no
me cambies de tema!
- Aquí tienes
tu zumo de piña, que lo disfruten y ¡buen provecho!
- Gracias –
contestamos.
Cameron se
fue de nuevo.
- ¿Qué decías
Helen?
- ¡Deja de
escribir y préstame atención! – le puse un poco de azúcar al café y lo mezclé
todo con la cucharita. Derek, mientras, sacudía la botellita de cristal. –
Ahora cuéntame sobre ti.
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