jueves, 12 de julio de 2012

Capítulo 14 - Cagadas


No había sitio cerca del parque, por eso aparqué algo lejos y tuve que caminar un ratito.

Había bastante gente, era domingo y las familias aprovechaban para dar un paseo, los abuelos seguían su rutina en los bares y los niños pequeños disfrutaban de su tarde sin clase.

Prácticamente como ayer.

Allí estaba, sentado en el banco leyendo el periódico. Cuando me vio dobló el periódico y se lo puso debajo del brazo. Se levantó y se acercó a mí, con un paso algo rápido y nervioso.

- Buenos días. – Le saludé a unos pasos de él.

Llegó enfrente a mí y sonrió lleno de felicidad.

- Llegas pronto. – Y volvió a sonreír.

¿Pronto? Suponía que lo decía con ironía.

-Ais, lo siento, me encontrado a un conocido por el camino y al llegar no encontraba sitio para aparcar.

- ¿Estás de broma? Te digo que llegas pronto. Son las once y diez casi.

- Oh, vaya... ¿y qué haces aquí?

Dejó de mirarme y desvió la vista hacia otro punto, pensativo. No debí haber preguntado.

- Bueno, por si llegabas pronto, para que no esperaras sola.

Volvió a mirarme y se puso las manos en el bolsillo.

Se me abrió el corazón, oh, que buen chico... de un amor triste a rabia y de rabia a ternura. 
 
- Oh... – No supe qué decir, quizás me comí demasiado el coco con esa frase, con esa respuesta.

- ¿Vamos? Carol aun no ha llegado, mejor vayamos ahora o no me encontrará en casa.

- ¿Con tu coche?
 
- Sí, ¿te da miedo volver a subir?

- No, no.

Se giró y dio varios pasos hacia una dirección, mirándome como si dijera “sígueme”. Me acoplé a su lado y nos dirigimos al coche.

- Por cierto, ¿qué es esa bolsa?

- Es... algo.

- ¿Tanto material te has traído? Solo era necesario traerte los escritos, ya te dije que en mi casa hay de todo para poder escribir tranquilamente.

- No es material, bueno sí es material, pero no para escribir. Ya lo verás, impaciente.

- Trae.

Me quitó la bolsa de las manos.

- ¡Eh! ¡Dámela! ¡Es una sorpresa!

Se rió ante mi reacción y no me la devolvió.

- No seas tonta, quiero llevártela. No voy a ver que hay dentro, lo prometo.

Cagada de nuevo, pensé.

No rechisté. Si tantas ganas tenía de llevarme la bolsa, mejor, mejor para mí.

Tras un largo silencio pensativo para mí, indefinido para él, llegamos a su coche.

Abrió el maletero y puso la bolsa dentro.

- Vamos, entra.

Entré y me senté a su lado sin decir nada. Me abroché el cinturón y le miré. Él hizo lo mismo.

-Jaajaja... te tengo.

- ¿Mmm?

Encendió el motor y arrancó colocándose en la carretera.

Sentí miedo. No supe que decir. Su risa sonó juguetona. En unos segundos toda la confianza que había puesto en Derek se desvaneció. Todo era tan extraño, la llamada, ir a su casa, esperarme tan pronto…

- Ahora que te tengo aquí atrapada, vas a contarme qué pasó ayer por la tarde.

Era cierto. Estaba sentada a su lado, en su coche, no podía levantarme e irme de repente. No podía huir. El miedo dejó mi cuerpo y solté un suspiro.

- Maldito seas... Bueno, te lo debo.

Volvió a explotar su risa mientras conducía.

- Jajajaja... ¡ahora no mujer! No voy a presionarte tanto, es personal. Además, estoy conduciendo, quiero atenderte mejor.

Cagada de nuevo.

Volví a mi cabreo, a mi rabia. Era una niñita caprichosa y cualquier pequeña broma me molestaba.

Miré por la ventana. Decidí no enfadarme, sólo era una pequeña broma, una simple broma. Podía confiar en Derek, estaba segura o al menos me convencía de eso.

El coche se llenó de aire puro, aire con sabor a silencio.

-Y a hemos llegado, esta es mi casa.

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