No había
sitio cerca del parque, por eso aparqué algo lejos y tuve que caminar un
ratito.
Había
bastante gente, era domingo y las familias aprovechaban para dar un paseo, los
abuelos seguían su rutina en los bares y los niños pequeños disfrutaban de su
tarde sin clase.
Prácticamente
como ayer.
Allí estaba,
sentado en el banco leyendo el periódico. Cuando me vio dobló el periódico y se
lo puso debajo del brazo. Se levantó y se acercó a mí, con un paso algo rápido
y nervioso.
- Buenos
días. – Le saludé a unos pasos de él.
Llegó
enfrente a mí y sonrió lleno de felicidad.
- Llegas
pronto. – Y volvió a sonreír.
¿Pronto?
Suponía que lo decía con ironía.
-Ais, lo
siento, me encontrado a un conocido por el camino y al llegar no encontraba
sitio para aparcar.
- ¿Estás de
broma? Te digo que llegas pronto. Son las once y diez casi.
- Oh, vaya...
¿y qué haces aquí?
Dejó de
mirarme y desvió la vista hacia otro punto, pensativo. No debí haber
preguntado.
- Bueno, por
si llegabas pronto, para que no esperaras sola.
Volvió a
mirarme y se puso las manos en el bolsillo.
Se me abrió
el corazón, oh, que buen chico... de un amor triste a rabia y de rabia a
ternura.
- Oh... – No
supe qué decir, quizás me comí demasiado el coco con esa frase, con esa
respuesta.
- ¿Vamos?
Carol aun no ha llegado, mejor vayamos ahora o no me encontrará en casa.
- ¿Con tu
coche?
- Sí, ¿te da
miedo volver a subir?
- No, no.
Se giró y dio
varios pasos hacia una dirección, mirándome como si dijera “sígueme”. Me acoplé
a su lado y nos dirigimos al coche.
- Por cierto,
¿qué es esa bolsa?
- Es... algo.
- ¿Tanto
material te has traído? Solo era necesario traerte los escritos, ya te dije que
en mi casa hay de todo para poder escribir tranquilamente.
- No es
material, bueno sí es material, pero no para escribir. Ya lo verás, impaciente.
- Trae.
Me quitó la bolsa de las manos.
- ¡Eh! ¡Dámela! ¡Es una sorpresa!
Se rió ante mi reacción y no me la devolvió.
- No seas tonta, quiero llevártela. No voy a ver que hay
dentro, lo prometo.
Cagada de nuevo, pensé.
No rechisté. Si tantas ganas tenía de llevarme la bolsa,
mejor, mejor para mí.
Tras un largo silencio pensativo para mí, indefinido para él,
llegamos a su coche.
Abrió el maletero y puso la bolsa dentro.
- Vamos, entra.
Entré y me senté a su lado sin decir nada. Me abroché el
cinturón y le miré. Él hizo lo mismo.
-Jaajaja... te tengo.
- ¿Mmm?
Encendió el motor y arrancó colocándose en la carretera.
Sentí miedo. No supe que decir. Su risa sonó juguetona. En
unos segundos toda la confianza que había puesto en Derek se desvaneció. Todo
era tan extraño, la llamada, ir a su casa, esperarme tan pronto…
- Ahora que te tengo aquí atrapada, vas a contarme qué pasó
ayer por la tarde.
Era cierto. Estaba sentada a su lado, en su coche, no podía
levantarme e irme de repente. No podía huir. El miedo dejó mi cuerpo y solté un
suspiro.
- Maldito seas... Bueno, te lo debo.
Volvió a explotar su risa mientras
conducía.
- Jajajaja... ¡ahora no mujer! No voy
a presionarte tanto, es personal. Además, estoy conduciendo, quiero atenderte
mejor.
Cagada de nuevo.
Volví a mi cabreo, a mi rabia. Era
una niñita caprichosa y cualquier pequeña broma me molestaba.
Miré por la ventana. Decidí no enfadarme,
sólo era una pequeña broma, una simple broma. Podía confiar en Derek, estaba
segura o al menos me convencía de eso.
El coche se llenó de aire puro, aire
con sabor a silencio.
-Y a hemos llegado, esta es mi casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario