Me desperté,
agarrotada por dormir con la ropa puesta. Me dolía bastante la espalda así que
me levanté y me estiré tanto como pude.
Que sueño
más raro.
- Espero que
no tenga nada que ver con Elaine…
Es cierto
que soñé con vestiditos y plastidecores, ¿eso tenía algo que ver con la sobrina
de Derek? No lo sabía y eso me asustaba. “Quizás sería la típica hijita de
papá”, me decía, “no puede ser, Derek no es así, seguramente ella tampoco”.
Eran las ocho
y cinco de la mañana, aunque estaba pasada la cortina, podía ver como aun no
tocaba el sol en la ventana.
No sabía qué
hacer, si escribirlo o no. Pero qué tontería más tonta, que sueño más tonto,…
de todas formas, lo apunté en mi libreta de sueños.
Tenía una libretita
de media hoja, es decir, del tamaño de la mitad de un folio normal, - nunca me
supe las medidas y tamaños de los folios pero aun así la gente me entiende -.
Era de tapa dura y de color naranja, con un corazón rosa en el medio. En ella,
habían escritos sueños de los cuales nunca llegué a entender, alguna vez quizás
los podía unir a algo, pero nunca me dio la completa confianza de que los
sueños tuvieran esa relación.
Escribí de
forma muy resumida y esquemática mi sueño, las palabras más mencionadas eran “plastidecores”, “vestidos”, “niñas”,… y
la menos mencionada puedo decir que era “teletransportarme”.
Lo cierto era, que dudaba de enseñárselo a Derek. Seguramente, iba a reírse en
mi cara porque lo relacionaría con Elaine.
Decidí no
hacerlo. No quería estropear el día y sentirme avergonzada durante un buen
tiempo. Estaba segura de que Elaine no sería así, ni tampoco su madre,
Carolina.
Al acabar de
escribir el resumen mal hecho a causa de la situación y la hora, me fui a darme
una buena ducha. Entonces, me di cuenta que aun llevaba la misma ropa del día
anterior.
- Cielos… y
me había sentado en el suelo entre los arbustos.
Me quité la
ropa, empezando por los zapatos y lo dejé todo en el suelo. Tras prepararme la
ropa para después, entré en el baño.
La verdad,
de pequeña no me gustaba entrar en la bañera, siempre me escondía de mi madre,
pero, una vez dentro del agua, no quería salir para nada. El agua caliente me
enamoraba, por así decirlo. Tan calentita y si salías te helabas de frío.
Al acabar me
envolví con una toalla y me sequé el cabello, que por cierto, era una gran
molestia tenerlo largo.
Esta vez, me
vestí bien, a mi gusto claro. Un vestido que me encantaba, con tonos beis y una
chaquetita de color azul claro. No sé si me quedaba bien o no, aun así, al
maniquí de la tienda le quedaba perfecto y a mí me encantaba. En cuanto a los
zapatos… me gustaban mucho los tacones, pero raras veces los llevaba. No sabía
andar con tanta altura y además, era algo torpe, pero tengo que decir que son
muy bonitos. Me puse unos zapatos planos a juego con el vestido, unas ballerinas más bien.
Desayuné un
vaso de leche con galletas sabor a chocolate. No me iba la idea de comer algo
salado por las mañanas, para mí, el salado era más para picar, además, me
encantaba el chocolate sobre todo con leche.
Acabé sobre
las diez, aun quedaban dos horas y tenía que buscar algún regalo para Elaine.
Quería caerle bien y más que nada quería quedar bien con Derek. Ya había hecho
demasiado el ridículo: había llegado tarde, me pagó el desayuno, me recogió
después de la discusión con Alan y me había invitado a su casa esa misma
mañana.
Pensé en ir
a mi casa, bueno, la de actualmente de mis padres y que hace unos años atrás
aun residía ahí. En mi habitación, dentro del baúl, aun guardaba las muñecas
que más me gustaban cuando era pequeña. Esa idea no me acababa de convencer, ir
a casa de mis padres no era algo que me encantase, al contrario, intentaba
evitarlo.
Fui a la
tienda de juguetes más cercana con el coche, todos los establecimientos estaban
abiertos porque se acercaba la navidad. Había de todo, lo que más resaltaba
eran los grandes peluches de toda clase de animales cucos, entre ellos, el más
vendido era el pingüino. Pero yo no quería un peluche para Elaine, quería una
muñeca.
Salí de la
tienda con una muñeca vestida de gala envuelta en una caja de regalo. Nada de
plastidecores y material escolar.
Me dirigí al
coche mientras miraba en el suelo y tras levantar la vista me encontré con
alguien que no quería ver.
Compartimos
las miradas, tenía una mirada triste y yo le lancé una mirada punzante para que
sufriera más. Esbozó una cara de dolor, intentó aguantar y cuando no pudo más,
con los ojos algo húmedos miró al suelo.
Continué
mirándole hasta llegar delante de él de pie. Se me hizo un nudo en la garganta
y no supe mencionar ninguna palabra, se me olvidó el abecedario, todas las
palabras existentes de mi mente.
- Buenos
días.
- Hola. – Mi
voz sonó algo rara, pero mantuve la compostura y me hice la fuerte cuando en
realidad podían herirme fácilmente. – ¿Qué haces aquí?
- Iba a
buscarte, vi aquí tu coche y aquí me quedé.
Mire hacia
su lado, sí es verdad que en toda la acera había coches aparcados, pero justamente
a su lado estaba el mío. Él sabía que siempre usaba el coche, sabía que iría a
por él y me arrepentí de tener coche.
- ¿Qué
quieres?
- Hablar
contigo, por favor, escúchame.
Se puso
delante de la puerta, sin dejarme paso para entrar en el coche.
- No quiero
hablar contigo.
Detesté su
voz, la odié. Mi intensa rabia se apoderaba de mí, el amor que sentía por ese
chico hace días, se había convertido en completo odio en escasos minutos.
- No aquí, no
puedo ahora. Podemos ir a otro sitio si quieres pero dejemos las cosas claras.
Tuve que
aceptar aunque no quisiera, sí que ya le había soltado todo lo que pensaba, o
casi todo, pero él aun conservaba algunos de mis objetos.
- El sábado
que viene por la tarde me pasaré por tu casa, apártate por favor, tengo prisa.
- Hola Helen,
ya estoy.
Me giré
hacia la voz. Ella, de nuevo. Acababa de salir de un restaurante de comida exótica
que estaba a unos diez pasos de mi coche, ya que llevaba una bolsa de plástico
en la mano con el logotipo que había en ese cartel. Él no me esperaba por haber
visto mi coche, la esperaba a ella.
Volví a
mirarle con más rabia. ¿Lo hacía adrede?, ¿La había traído para darme rabia?
- Irina se
quedará unos días más por aquí.
- Que
alegría. Que os divirtáis.
Le aparté
del medio y puse la bolsa con la caja en el asiento de atrás, subí al coche
cerrando de un portazo y me fui rápidamente, dejándolos en un silencio
incómodo.
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